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Como ocurriera cuando Estados Unidos e Israel bombardearon las principales bases militares e instalaciones nucleares de Irán, ahora el mundo se pregunta si el Kremlin acudirá en ayuda de su principal aliado en América Latina, Venezuela, en caso de que el presidente estadounidense, Donald Trump, apruebe una invasión.

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“Por supuesto, teniendo en cuenta la realidad geográfica (...) es incorrecto compararla (a Venezuela) con la alianza que tenemos con Bielorrusia”, dijo esta semana Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores ruso, en rueda de prensa.

El líder venezolano, Nicolás Maduro, ha hablado en varias ocasiones en las últimas semanas acerca de su estrecha cooperación con el Kremlin, pero dados los antecedentes de los últimos años los expertos ponen en duda que Moscú esté dispuesta o capacitada para evitar el derrocamiento del régimen bolivariano.

¿Corea del Norte, Siria o Irán?

Rusia ha firmado en los últimos años acuerdos de cooperación y asociación estratégica con países como China, Corea del Norte, Irán, Kazajistán o Venezuela.

El que el presidente ruso, Vladímir Putin, firmó en 2024 con el líder norcoreano, Kim Jong-un, incluía una cláusula de defensa mutua en caso de agresión. Es decir, que Rusia debería defender al conocido como reino ermitaño en caso, por ejemplo, de ataque surcoreano o estadounidense.

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Los norcoreanos hicieron su parte. Enviaron a miles de soldados a la región rusa de Kursk para expulsar a los ocupantes ucranianos y ahora han movilizado a miles de zapadores para desminar la frontera con Ucrania.

En el caso de Irán, el acuerdo incluía asuntos de seguridad, pero no una cláúsula como la norcoreana. Por ello, cuando EE.UU. bombardeó en junio el territorio de la república islámica, Moscú se quedó de brazos cruzados. Se limitó a condenar los ataques.

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En Siria, donde en 2015 las tropas rusas impidieron la caída del régimen, todo se desmoronó en diciembre de 2024 y lo único que Moscú hizo fue dar asilo al presidente del país árabe, Bachar al Asad. Primó la Realpolitik y, de hecho, el nuevo líder sirio, Ahmed al Shara, visitó recientemente Moscú. Están en juego las bases militares rusas de Latakia y Tartus.

Moscú sí envió tropas a Kazajistán para aplastar una revuelta en enero de 2022, aunque dicho despliegue está vinculado con la pertenencia de ambos países a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, la alianza militar postsoviética. En cambio, dicho argumento no funcionó en el caso de Armenia, que acabó cediendo ante Azerbaiyán.

Entra en vigor el acuerdo de asociación estratégica

Días antes de que Washington anunciara el comienzo de la operación estadounidense contra el narcotráfico Lanza del Sur, entró en vigor el Acuerdo de Asociación Estratégica y Cooperación firmado por Putin y Maduro en mayo pasado en Moscú.

El documento “expone la necesidad de continuar la cooperación en materia de seguridad, incluido en el ámbito técnico-militar (...) Rusia está dispuesta a actuar plenamente en el marco de las obligaciones mutuas fijadas con los amigos venezolanos en ese acuerdo”, explicó el ministro ruso.

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Se desconoce el contenido del acuerdo, pero Lavrov negó categóricamente las informaciones de que Caracas haya solicitado a Moscú oficialmente ayuda militar, sean misiles, aviones o baterías antiaéreas.

El Ministerio de Exteriores ruso se ha limitado a defender la legitimidad del régimen, el Kremlin a llamar a Washington a no desestabilizar la situación en la región del Caribe y ambas cámaras del Parlamento a instar a la comunidad internacional a condenar en una declaración las “acciones agresivas” de EE.UU. hacia el régimen bolivariano.

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Lo único que se sabe es que a finales de octubre un avión militar de carga ruso Il-76 aterrizó en Caracas. Un diputado conocido por sus salidas de tono, Alexéi Zhuravliov, dijo que este transportaba sistemas de defensa antiaérea Pantsir y Buk como los que defienden las residencias de Putin, pero nadie lo ha confirmado.

“Estoy convencido de que la línea que ha elegido la Administración Trump en relación con Venezuela no traerá nada bueno y tampoco mejorará la reputación de Washington a ojos de la comunidad internacional”, añadió Lavrov.

Maduro no es Chávez

Los expertos consideran que la relación entre Rusia y Venezuela fue realmente estrecha cuando el líder venezolano era el fallecido Hugo Chávez, que gastó más de 10.000 millones de dólares en armas rusas entre 2006 y 2011 y tiene incluso una calle en Moscú.

Chávez era para el Kremlin una versión moderna de Fidel Castro, pero Moscú no está ahora dispuesta a repetir la Crisis de los Misiles de 1962 en Venezuela.

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Con el paso de los años, Maduro ha causado más quebraderos de cabeza a Moscú que otra cosa. En 2019, Moscú envió instructores y técnicos militares al país, y la petrolera Rosneft ayudó a Maduro a eludir las sanciones estadounidenses.

En cambio, los analistas consideran que en esta ocasión Moscú no está en disposición de ayudar a Caracas ni desde el punto de vista político ni militar -Caracas ya cuenta con aviones Shukhói, baterías S-300 y lanzaderas Smerch-, más cuando aún no ha logrado sus objetivos en Ucrania.

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La pérdida de Venezuela sería un duro revés para el Kremlin, ya que se quedaría sin presencia en el hemisferio occidental y perdería muy probablemente sus millonarias inversiones en oro e hidrocarburos, puesto que la oposición acusa a Putin de mantener vivo al autoritario régimen.