El día que Juan Sebastián Jiménez Jiménez, un niño indígena de la etnia Chimila, fue encontrado muerto en una humilde casa del barrio Los Cardonales, en Gaira, su cuerpo estaba vestido con ropa limpia y sus manos estaban cruzadas en el pecho. Parecía que habría fallecido en condiciones naturales, por una caída o de manera súbita por alguna falla interna mientras dormía tranquilamente en su habitación, pero –en realidad– esa era la imagen que sus padres querían dar a los primeros investigadores que asumieron el caso.