En Puerto Giraldo, en el Atlántico, y Salamina, en el Magdalena, ya no hay bulto de arena ni jarillón recién creado que aguante la constante creciente del Río. En estos pueblos ribereños, zonas de embarque y desembarque del ferry que comunica a los dos departamentos en mención, las aguas de la principal arteria fluvial del país, que ha recibido por el brazo de Loba el desbordado caudal del río Cauca, han puesto en jaque la operación de este importante medio de transporte al inundar las zonas de atraque, un encharcamiento que desestabiliza el terreno y genera dificultades para los vehículos que pasan día a día por estos sectores.
La parálisis de la operación, a juzgar por la situación actual, que cada día se agudiza más, parece inminente. En Puerto Giraldo, a raíz del aumento de los niveles del río Magdalena, los campesinos y operarios del ferry se han visto obligados a proteger el carreteable con cientos de sacos de arena a cada lado y con el fortalecimiento y aumento del terraplén, pero la ‘pelea’ con el agua es totalmente perdida y, a pesar de sus esfuerzos, el río siempre ha encontrado la forma invadir lo que considera que es suyo. Hasta tal punto que solo hay un camino de más o menos seis metros de ancho que está seco. Todo lo demás está flanqueado por el imponente Magdalena.
Hace menos de 15 días, con los primeros rayos del sol, los habitantes, campesinos, vendedores, clientes y operarios del ferry se estrellaron con la antesala de una situación que puede agravarse más: el puerto inundado. Las aguas anegaron toda la zona, los carros se atascaron en el terreno fangoso y varios cultivos de maíz se ahogaron. La problemática, con el pasar de las horas, pudo solucionarse aunque costó mucho.