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El sabor de las chichas de Adalberto Arévalo y los dulces 'raspaos' de Arles Collazos, la sazón del sancocho de gallina de Eusebia y las arepas calientes y crocantes de la vieja Dominga, permanecen intactos en el paladar y el alma de varias generaciones de salamineros. Es que degustando estos platillos de la cultura popular costeña hacían más agradable y llevadera la larga espera del viejo ferry, el masivo medio de transporte que desde siempre los traía y llevaba entre el Magdalena y el Atlántico.

Con añoranzas que escarbaban de sus memorias, David, Enrique, Armando, Pedro José y Pedro Pablo, salamineros raizales, viajaron al pasado para recordarnos aquellas experiencias que ahora hacen parte de su esencia e historia. Con diferentes nombres, pero con una sola razón de servicio, en más de 80 años el ferry ha sido testigo del devenir del río Magdalena y también del desarrollo de Salamina. 

Sin embargo, los graves problemas de erosión que ahora afrontan las riberas del Río, -que lo dejaron sin caseta de despacho y punto de atraque- podrían llevarlo a su desaparición definitiva. Ya el Gobierno lanzó la propuesta para construir lo que se llamaría el 'Puente de la Hermandad'. (Ver recuadro). 

Conocido con los nombres de ‘Transbordador Salamina’, ‘Francisco José de Caldas’, ‘Casabe’, ‘Atlántico’ y ‘Alejandro Humbold', el viejo ferry ha jalonado -en más de ocho décadas- el comercio de la región e impulsado el sector agrícola y pecuario en esta subregión del Río.