'Mi tío, Oliver Avila Martínez, quien fue mi amigo, consejero, maestro de vida y hasta mi padre, ya no está con nosotros. El amor y el afecto que existía entre él y yo no se gana de la noche a la mañana ni tiene un precio, me enseñó que un humilde gesto podía llenarme más que el mejor regalo de navidad.
Con él aprendí a disfrutar lo que la vida nos da. Desde unas moneditas para comprar un pancito, como sucedió una vez cuando yo era apenas una niña y me dijo:
- Vea mamita, cómprese un pan allí en la panadería que son muy sabrosos.