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Las lágrimas vuelven a caer por sus rostros mientras elevan una silenciosa plegaria al cielo. Este es un llanto distinto. Ahora no es por la melancolía y desesperación. Son lágrimas que los liberan de un pesado resentimiento.

Es un anhelo que han guardado en lo más recóndito de su corazón por cerca de ocho meses. Un deseo que no se ha desvanecido a pesar de una extensa batalla judicial que –parece– llega a su fin.

Las manecillas del reloj marcan las 7:00 a. m. de este miércoles y la familia Pérez se encuentra en el cementerio Jardines de la Eternidad. Esperan el momento en que se inicie la exhumación del posible cadáver de Marilyn, enfermera de profesión cuya vida fue arrebatada de forma intempestiva por la covid-19 y que su cadáver desapareció en medio del primer pico de la pandemia.

En ese momento, la intranquilidad empieza a hacer mella entre ellos. Un retraso en la llegada de los expertos encargados del proceso embarga de cierta ansiedad a esta familia, que desde julio del año pasado vive un intenso duelo que se ha agudizado por la imposibilidad de despedir a su ser querido.

Vestidos con trajes antifluidos y demás elementos de protección, cuando los rayos del sol ya se sentían con fuerza, integrantes del Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) de la Fiscalía General de la Nación se trasladan hasta el lote 982 del jardín 38 del camposanto ubicado en Puerto Colombia para proceder a la exhumación de los despojos mortales.

A lo lejos, los miembros de esta familia vigilan impacientes. Tienen viva la esperanza de que los restos pertenezcan a Marilyn, aunque en su interior también hay intranquilidad por la latente posibilidad de que pertenezcan a otra persona.

'Venimos con toda la esperanza de que se cierre este ciclo', asegura Katerin Hernández, la hija menor de Marilyn y quien ha estado al frente de la búsqueda de su cadáver.

La diligencia avanza mientras el silencio que se extiende por el cementerio es interrumpido, en algunos momentos, por el llanto de personas desconsoladas que despiden a un familiar.