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El anuncio de la canalización del arroyo de la carrera 21, uno de los más peligrosos de Barranquilla, fue un alivio para los moradores de los barrios Pumarejo y El Carmen. Sin embargo, las afectaciones que han surgido con los trabajos de las obras complementarias se han convertido en una molestia para ambas comunidades.

Aunque ya el arroyo fue canalizado en su totalidad, a la altura de la carrera 21 con calle 53D se observan huecos, varillas, desagües sin rejillas y escombros producto de las obras de pavimentación que alcanzan un 82%, según la Agencia Distrital de Infraestructura (ADI).

 'Aquí ya no caminamos, sino que brincamos y saltamos, lo que puede facilitar una caída ', dijo Ramón Bolaño, al tiempo que sostiene un bastón y evita caer en un hueco de gran diámetro que se ubica frente a la institución educativa Sofia Camargo de Lleras.

Los vecinos precisaron que en las últimas semanas la obra está abandonada, no hay trabajadores, ni maquinaria, lo que está siendo aprovechado por otras personas para aglomerar basura y depositar animales muertos en el costado de la Institución Educativa Inocencio Chincá, ubicada entre la carrera 21 y 23.

'Como ya no se ve nada la gente ha empezado a poner desechos y han tirado perros detrás de las pilas de arena, eso está generando malos olores permanentemente', indicó Juan Ortiz, habitante de El Carmen. 

Sobre la carrera 21 con calle 53D hay un flujo continuo de aguas negras que impiden el paso de los transeúntes y acumulan desechos sobre la vía, lo que hace evidente un problema de contaminación según los vecinos.

'Los olores y gases que emana el lodo que se está produciendo con esas aguas residuales generan afectación en toda la vecindad', sostuvo Ángel Guerrero, arquitecto y habitante del sector.

Desde hace cuatro meses cuando comenzaron los trabajos, el comercio también empezó a sufrir afectación, debido a las bajas ventas generadas por la obstaculización de las vías.

'Necesitamos que se agilicen las obras porque hemos tenido pérdidas. Yo tenía dos locales alquilados y me ha tocado bajarlos de precio, porque en las condiciones en que esta la calle la gente no viene a comprar', señaló Elis de Solano, comerciante y habitante del barrio Pumarejo.

Además de las zonas residenciales, los habitantes de ambos sectores alertan sobre los peligros a los que se ven enfrentados los estudiantes de los dos colegios aledaños a las obras.