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Con el crujir de los vidrios rotos y el eco de los gritos de auxilio, fueron varios los barranquilleros que cruzaron la enorme voluta de humo que salía despedida del primer nivel de la clínica La Merced para sumarse al rescate. Comerciantes, transeúntes y hasta entrenadores de gimnasio ingresaron al centro médico luego de que se desatara el caos, no solo en el interior, sino también en el exterior antes de que llegaran las autoridades.

A las afueras de la clínica La Merced había transcurrido una mañana calmada, aunque Aurora Vargas tenía, desde muy temprano, 'un pálpito'. En su interior sentía que algo malo podía suceder. Por eso, a pesar de la insistencia de su esposo, detuvo la producción de jugos y el corte de frutas en su pequeña caseta colorida, ubicada en las inmediaciones del hospital.

'Algo me decía que algo malo iba a pasar. Me sentía mal y le dije a mi esposo, que me pidió que me sentara y me reposara un rato. A los minutos empezó el humo y la gente salía corriendo desde la clínica. No supimos qué hacer, nos quedamos paralizados'.

A su lado, su ayudante, vestido con bata blanca, tapabocas y guantes, como si fuera un médico, no lo pensó dos veces antes de ingresar al centro médico para ayudar a la evacuación de los pacientes. Arley Ortega, envalentonado, atravesó el perímetro de seguridad de la puerta principal para auxiliar a doctores y enfermeras en el transporte de personas y equipos.

Dentro –contó Arley– todo era oscuro y estaba lleno de humo. La gente gritaba, corría y tosía fuertemente, producto del gas que se acumulaba dentro de las paredes del hospital.

Así como Arley, otros voluntarios también ingresaron a auxiliar pacientes dentro de la clínica, cuando el pánico se apoderó de La Merced. Fernando Maestre, domiciliario de un restaurante cercano, ingresó al centro médico y subió por las escaleras hasta el séptimo piso, desde donde trasladó pacientes junto a otros civiles.

Más de 48 horas después del incendio, los propietarios de los negocios del sector, entre los que hay fruteras, panaderías y restaurantes, reportaron que las ventas se han disminuido en 'más de un 50%', debido a la ausencia del personal de la clínica y los pacientes. A pesar de eso, muchos de los comerciantes están orgullosos por haber podido auxiliar a los que lo necesitaron durante la emergencia.

'Si antes vendíamos cinco o seis termos de tinto al día, hoy, a medio día, de cosa hemos vendido uno', dijeron los vendedores informales del sector.

Para los restaurantes cercanos el panorama tampoco ha sido esperanzador, pues han reportado una 'muy baja' afluencia de clientes en estos últimos días. Aunque, aun con las mesas vacías, los administradores y propietarios se mostraron comprensivos, pues entienden que toda la zona sigue conmocionada.

Aunque a algunos establecimientos les tocó cerrar las puertas, en el gimnasio Training Club, ubicado justo en frente de La Merced, varios de los entrenadores se internaron en el hospital para auxiliar a los pacientes, mientras que otros adecuaron el pequeño espacio del local para acomodar camillas, enfermos y hasta equipos médicos.

'Al día siguiente nos tocó reacomodar el gimnasio, porque le abrimos espacio a las camillas y a todos los que venían desde la clínica. Arrojamos los discos, movimos las máquinas, todo muy rápido, para que pudieran alojar acá lo que necesitaran. Los mismos usuarios del gimnasio, junto a los entrenadores, ayudaron. Fue todo muy especial, pero ya retomamos las actividades', contó Juan Carlos.