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Dar a luz a 11 hijos fue para Ayda Salas De Hernández de 66 años su escuela. A los 16 tuvo su primer bebé y abandonó sus estudios para dedicarse al oficio de ser madre. Aprendió a lavar, limpiar, planchar, cocinar y atender a su esposo. Al poco tiempo de casados esos amores de los primeros años se transformaron en miedo por las continuas borracheras de su marido.

'Cuando se emborrachaba nos daba muy mala vida a mis hijos y a mí', contó.

Heredó de su madre y su abuela el interés por la medicina tradicional y aprendió las propiedades de algunas plantas para tratar las enfermedades. 'Jengibre para las náuseas, eucalipto para la respiración, menta para los resfriados, tomillo para los dolores, manzanilla para el estómago, llantén para la gripa, hiervasanta para los parásitos', explica señalando las plantas sembradas en el patio de su casa en Usiacurí.

Dice que curar siempre fue su vocación. Sin embargo, la falta de oportunidades, la pobreza y la violencia a la que estaba sometida fueron en ese momento un impedimento para que se dedicara a estudiar como quería las ciencias de la salud.

'Soñaba con ser enfermera pero aprendí a sanar con plantas y entonces me hice curandera. Sembré mis matas en el patio, las regaba, les hablaba para que crecieran y le enseñé a mis hijos para qué servían. Es un tipo de medicina natural que aprendí de mis ancestros porque antes se curaban así las dolencias', manifestó.

Su experiencia con los niños se difundió por todos los rincones de su pueblo. 'Donde había recién nacido ahí estaba yo, curaba a las mujeres paridas, les retiraba los puntos cuando les hacían cesáreas, atendía a enfermos, siempre me gustó ayudar a la comunidad', agregó.

Pero, los constantes golpes e intimidaciones de su esposo eran su dolor de cabeza. Su hogar era el chisme de corredor de todo el pesebre del Atlántico, hasta que la situación fue insostenible.

'Un día me arme de valor y le dije que parara ya, que no iba a aceptar más maltrato porque no era justo que yo viviera infeliz, nos tenía a mis hijos y a mí traumatizados, desde ese momento cambió por completo, ahora es un modelo de hombre, dejó la bebida y me apoyó para que siguiera estudiando'.

Hace cuatro años Ayda se graduó del bachillerato y logró hacer el curso de enfermería que tanto quería. Su esposo y uno de sus nietos la acompañaron a recibir su diploma de bachiller, 'Un logro en medio de tanta adversidad', lo definió.

'La gente me decía ‘para que vas a estudiar si ya estás muy vieja’ pero yo solo quería superarme. En mi casa sigo atendiendo a los niños, mi esposo ahora me ayuda en las labores cuando tengo que trabajar porque no le gusta que llegue tarde a mis capacitaciones o a ver a mis pacientes,. Al final él entendió que uno puede aguantarle a un hombre hambre, hasta desnudez, pero palo no', concluyó.