Un verbo pausado, pero lleno de sueños y de oportunidades, es el que predica Juan Carlos Vergara Villegas, ciclista barranquillero de 17 años al que, con orgullo y satisfacción, le cuelga del cuello la medalla de Plata que ganó en los Juegos Panamericanos de Ciclismo celebrados en Aguascalientes, México, hace dos semanas.
Para esta promesa del deporte nacional no todo ha sido alegría. Él ha tenido que vivir los sufrimientos y sacrificios que su familia ha padecido durante años como desplazados del conflicto armado en Colombia.
La vida de Juan Carlos está ligada a El Carmen de Bolívar, dice su mamá, Glerys Villegas, quien en 1991, con solo 13 años de edad, le tocó salir huyendo de la violencia junto con su familia de ese pueblo enclavado en los Montes de María. A las carreras se vinieron a vivir a Barranquilla y, como muchos desplazados, solo encontraron un lugar para empezar de nuevo en el barrio Las Malvinas, al sur de la capital del Atlántico.
A los 19 años Glerys Villegas se casó con su vecino Lisandro Vergara. Aún en Las Malvinas, en 1997 nació Juan Carlos. Debido a la difícil situación económica que vivían, tomaron la decisión de regresar al corregimiento de San Isidro en El Carmen de Bolívar. Allí transcurrieron los primeros cuatro años de infancia del mayor de sus cuatro hijos, el medallista.
El retorno. 'Llegamos a la casa que habíamos dejado seis años atrás. No era lo mismo. Las personas eran otras y las que se habían quedado cambiaron', recuerda con amargura Glerys Villegas. 'La guerra –afirma con convicción– lo cambia todo'.
La familia volvió al pueblo creyendo que iban a encontrar un cambio, pero se equivocaron. 'Se volvió imposible estar allí', recuerda la mujer. Con desazón, en medio del llanto, dice: 'Éramos testigos de las muertes constantes. Vi cómo mataron a un tío, a vecinos; vi cómo quemaron el pueblo prácticamente. La entrada y la salida de San Isidro se tornó un riesgo, por lo que decidimos regresarnos'.
Esta vez llegaron a Soledad, al barrio Villa Lozano. Allí la situación no mejoró mucho. 'Nos tocó luchar como si estuviésemos en la guerra nuevamente', dice la madre de Juan Carlos porque, en ese entonces, le tocó trabajar en casas de familias. El padre Lisandro tuvo que irse a Cartagena a trabajar en oficios varios. Durante 15 años estuvo yendo y viniendo pendiente de la familia.
Los Vergara Villegas forman parte de las 203.475 personas que de muchos rincones de la Región Caribe, y hasta del interior del país, llegaron desplazadas al departamento del Atlántico, de acuerdo con las estadísticas de la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas. De estas, 63.132 son niños y adolescentes.
Nace la pasión. Al tiempo que la familia crecía, pues nacieron Issac, Juan Mario e Isabella, poco a poco lograron 'levantar cabeza': se mudaron arrendados a una casa más amplia en el mismo barrio soledeño e inscribieron a Juan Carlos en la escuela, donde demostró su disciplina en los estudios. Su mamá cuenta que ella sabía que él 'quería algo que lo ayudará a drenar sus inquietudes de niño', pero los pocos recursos familiares no les alcanzaban para 'darle más'.
Ir a la escuela le permitió a Juan Carlos descubrir su pasión por las bicicletas. Empezó a anhelarlas cada una de las tardes en las que regresaba a casa después de ir al colegio y veía a otros niños pedaleando a las afueras del velódromo Rafael Vásquez, a un lado del estadio Metropolitano de Barranquilla. 'Siempre me llamó la atención, averiguaba y me decían que debía llevar a un representante; otras veces me decían que estaba muy pequeño', recuerda Juan Carlos.
Varios años le tomó 'madurar' ese sueño hasta que un día le dijo a su mamá que quería practicar ciclismo de pista. Cumplir este anhelo solamente le fue posible a los 15 años, cuando su mamá, quien fue empleada en la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas, lo inscribió en el velódromo.
Mucha disciplina. El adolescente llegó a la escuela de ciclismo sin saber absolutamente nada. Entrenar seis veces a la semana, llevar una dieta estricta y cumplir con los compromisos escolares empezaron a hacer parte de su nueva vida. 'Entrenaba a un ritmo muy duro, hasta dos veces al día, necesitaba alcanzar a quienes llevaban más tiempo que yo haciendo esto. Le dije al entrenador que me preparará para representar a la selección en una competencia internacional y comenzamos a trabajar en eso', recuerda con tanto entusiasmo que en su rostro se le dibuja una sonrisa.
El joven medallista hace una pausa, escudriña entre sus recuerdos y afirma: 'Estar en esa escuela significaba cumplir mi sueño, respetar los sacrificios de mi madre, que ha tenido que trabajar bastante para ayudarme, porque los implementos, la bicicleta, los pasajes, la alimentación… todo en este deporte es caro. Mi mamá se encarga de mí y papá de la casa'.
En esa batalla nada ha sido fácil. En un momento la familia llegó a pensar en que Juan Carlos debía dejar los entrenamientos por las deudas que generaban los compromisos en cada competencia. Había que comprar pasajes y muchas veces cubrir su alimentación, la que incluye complementos proteínicos costosos.
'Mi hijo me dijo que necesitaba cambiar de cicla porque la que tenía no se ajustaba a su talla. Tristemente le respondí que lo sentía mucho, pero que ese sueño llegaría hasta ahí; él debía comprender que también están sus tres hermanos y que lo que gano, que es sueldo mínimo, no me alcanza para tanto', relata Glerys Villegas.
Pero algo inesperado sucedió. Una tarde la llamaron del banco donde recibe su pago y le ofrecieron un crédito por el monto exacto del precio de la bicicleta. Lo aceptaron. 'Pensé: si Dios así lo quiere, así será', dice la madre y explica que nunca han recibido apoyo especial de algún ente gubernamental. 'Indeportes –precisa– le da los boletos cuando viaja y el uniforme, pero el resto corre por nuestra cuenta'.
Primer gran triunfo. Juan Carlos Vergara Villegas logró con la Selección Nacional de Ciclismo un tiempo de 45,77 minutos que le permitió quedarse con la medalla de plata en la modalidad de pista por equipo en los Juegos Panamericanos de Ciclismo en México. Está puntuación se convirtió en récord nacional de velocidad, gracias al trabajo que lideró el barranquillero junto con los antioqueños Duván Orrego y Juan Diego Orla.
Su primer gran triunfo llegó hace apenas dos semanas, un reconocimiento que le costó mucho esfuerzo a él y asu familia. Cuenta que su mamá tuvo que 'vender y rifar comida' y se abstuvo de comprar cosas para la casa. 'Ese esfuerzo ayudó a que lograra este triunfo', comenta con satisfacción.
Juan Carlos sostiene que ver la lucha de sus padres representa su 'mejor combustible' para comenzar cada día. Quiere convertirse en un ejemplo para sus hermanos, demostrarles que las cosas fáciles no siempre dan satisfacción. 'Por este logro ahora tengo una sola meta: lograr colgarme una medalla dorada en el pecho. Voy a entrenar para ingresar a la selección elite. No quiero superar a nadie, no quiero imitar a nadie, solo quiero demostrarme hasta donde soy capaz de llegar'.
En medio de su triunfo, el joven no olvida lo que vivieron por la violencia. 'Sé que represento a muchas familias que se encuentran desplazadas en este país', expresa y desde el fondo de su alma comenta que 'solo busco acabar con las críticas que se han generado alrededor de nosotros, porque cuando llego a un sitio y saben que soy desplazado creen que soy un ‘coleto’, pero se equivocan. Mi familia lo único que me enseñó, a través de su ejemplo, fue a luchar de manera honesta por lo que quiero. Somos gente que intenta buscar oportunidades para surgir'.
Sus sueños no solo tocan el ámbito deportivo. Quiere estudiar Contaduría y dice que tiene ideado el plan para alternar ambas actividades.
Antes de despedirse de su mamá, el joven pedalista remata el relato de su vida como el mejor de sus sprint en una carrera: 'Los barranquilleros tenemos talento, solo nos hace falta un empujón para comenzar a brillar'.
Anuncio de Indeportes
Aymer Castillo, director de Indeportes Atlántico, anuncia que a partir de este mes Juan Carlos Vergara Villegas hará parte del Proyecto del Deportista Acompañado como deportista élite. El programa consiste en darles a los atletas un apoyo integral. 'El propósito de esta institución es velar por el rendimiento del deportista', comentó Castillo. Quien ingresa en este plan debe cumplir con una serie de requisitos previos para ser favorecido, entre ellos rendimiento deportivo y académico, además de disciplina y puntualidad en los entrenamientos. Actualmente el Atlántico tiene 79 atletas en este programa.