El pasado martes 15 de octubre se conmemoraron dos años de la muerte de José Elías Gutiérrez Ariza, un joven que fue la víctima fatal de un accidente de tránsito registrado en la calle 93 con carrera 46, zona comercial del norte de Barranquilla.
Ese sábado, siendo las 2:00 de la madrugada, Gutiérrez Ariza se movilizaba en un Chevrolet Spark GT cuando fue violentamente embestido por una camioneta Toyota Prado.
Este mismo siniestro también dejó heridos a Sergio Alejandro Gallego Arango y Eliana Cristiana Henao Giraldo, una pareja que se transportaba dentro del vehículo conducido por el fallecido.
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Aunque se informó que el conductor del otro automotor involucrado, identificado como Carlos Daniel Gaviria Barragán, se marchó inmediatamente del lugar de los hechos, tiempo después se entregó voluntariamente a las autoridades.
Íngrid Ariza, madre de José Elías, asegura que aún recorre todas las sedes de las autoridades policiales y civiles con la esperanza de que el caso de su hijo no quede en la impunidad. En conversación con EL HERALDO describió cómo han sido estos meses desde que desapareció su único hijo.
“Han sido dos años llenos de angustia, pues no hay avances. Con la ayuda de mi cuñada, quien es abogada, logramos el cambio de fiscal para que no se dilatara el curso de la investigación, pero ahora tampoco hemos sentido pasos significativos”, dijo inicialmente.
“Es muy doloroso ver como el caso de mi hijo está estancado, no hay imputación de cargo e incluso le entregaron el carro al otro muchacho. Sin mencionar que el de nosotros no lo hemos vuelto a tener en nuestro poder. Solicité su entrega y no ha sido posible, tampoco me pude reunir con la fiscal, puesto que nunca se encuentra o siempre está ocupada. No hay quien responda, ni quien diga nada. Silencio total”, agregó.
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La mujer rememora que posterior al suceso “realizamos marchas, velatones y hasta plantones a las afueras de sus instalaciones. Ninguna sirvió de nada. Mi hijo era una persona de bien, intachable, un muchacho que se dedicó a trabajar, mi único sustento entre otras cosas. Estoy agarrada de la mano de Dios para intentar conseguir a alguien que me ayude”.
La única audiencia que se adelantó relacionada con este accidente, de acuerdo con lo mencionado por Ariza, tuvo lugar en septiembre de 2023, con muchas palabras y pocos compromisos. Según ella, hubo muchas inconsistencias en el inicio del proceso judicial.
“La persona involucrada en el accidente se fue sin que le hicieran el test de embriaguez, dejó la camioneta tirada. Así mismo, recuerdo que justo en esa esquina de la 46 había una cámara que mostraba todo lo que pasó, pero al día siguiente ya no estaba. La bajaron, desapareció. En las viviendas, en los comercios que hay alrededor, casualmente, todas las cámaras estaban dañadas. La de la Olímpica al parecer tampoco servía. Tenemos una testigo clave, alguien que casi es arrollado y que residía por el sector. Ese fue el que me confirmó que las autoridades llegaron y no auxiliaron a mi hijo, fueron directamente a donde estaba la camioneta”, mencionó Ariza.
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Por otro lado, detalló que el involucrado (Gaviria Barragán) le dijo a la fiscal que “quería hacer la reparación del daño y allí lo conocí”. “Se supone que íbamos a hacer una conciliación, mas desde la fecha no se supo más nada. Tampoco hubo más audiencias. Yo mantengo la esperanza en que Dios, en su infinita misericordia, hace justicia. Nada se le escapa, eso hay que tenerlo por seguro. Yo solo le pido que me respalde, no quiero seguir luchando sola por esta causa”, añadió.
Íngrid relató que la primera vez que logró ver a Carlos Daniel en persona fue esa audiencia. “Estaba en la Fiscalía y él se colocó muy cerquita. Mi abogado me dijo que le dolía decirme que ese era el muchacho que le quitó la vida a mi hijo. Inmediatamente me puse a llorar. Cuando inició todo empezó a pedirme perdón y decirme que él sabía la clase de persona que era José, que prefería ser la persona muerta y no José. Lo único que le dije fue que le había quitado la vida a un joven que solo soñaba y trabajaba para comprarme una casa”.
Misma zozobra que, cinco meses después, provocó la muerte de su padre a causa de una grave enfermedad: “mi esposo solo quería que el muchacho le pidiera perdón por haberle quitado la vida a su hijo. Nunca pasó. Se fue con la esperanza de ver esa justicia que se iba a hacer realidad. Lloraba todos los días pensando que el caso iba a quedar en la impunidad. Como es posible que le quiten la vida a una persona así y no pase nada”.
Una de las cosas que más llena de tristeza a Íngrid es no cumplirle la única promesa que le hizo a su hijo. La madre se vio obligada a vender todas sus pertenencias para salir a flote económicamente.
“Nadie tiene idea de lo que he hecho para sostenerme económicamente, me tocó vender todas sus pertenencias. Mi hijo tenía sus cositas valiosas, las obtuvo a través de mucho esfuerzo y trabajo, pero tuve que deshacerme de ellas. Recuerdo que le costó lágrimas un reloj Rolex que tanto anhelaba, logró comprarlo y ya no está. Siempre me dijo que si le pasaba algo, que conservara lo suyo. No fue posible”, apuntó.
Para soportar el inmenso dolor, la mamá se encuentra “en un tratamiento psiquiátrico desde hace dos años”. “Estoy medicada. Puedo sostener mi serenidad, pero llega un momento en el que no soporto más. Recuerdo que esa noche estaba acostada y las últimas palabras que me dijo fueron que me amaba más que a su alma. Tengo en mi mente cuando lo sacaron del ataúd. Eso me atormenta, me duele muchísimo”.
Finalmente, Íngrid reconoció entre lágrimas que de su hija extraña que le decía “señora bonita todo el tiempo”. “Nunca quiso dormir solo, siempre conmigo. Extraño sus abrazos, hacerle cosquillas en la espalda y que diga que los domingos son solo para mí, cada llamada, cada momento, miro mi teléfono y pienso en él”.