Ir a pescar al lago que queda unas calles debajo de su casa en el barrio Villa Norte, de Puerto Colombia, era un hábito para Pedro Manjarrés. El sábado pasado, Tomás, su hijo menor, le dijo que quería ir con él. Esa fue la última actividad que emprendió antes de fallecer a causa del ataque de cientos de abejas africanizadas.
'Nosotros ya nos veníamos de la laguna, entonces por donde nos metimos no había paso, mi papá empezó a abrirlo con un machete y rozó un panal. Las abejas comenzaron a perseguirnos, él me tapó con unas matas y me dijo que me quedara callado y quieto. Luego me susurró: Tomás, vete de ahí. Cuando se fueron las abejas fui a verlo y ya no se movía', dice el niño de 11 años.
Los últimos minutos, Pedro los empleó para socorrer a su hijo. No solo lo cuidó tapándolo con ramas de árboles, sino que con su cuerpo evitó que le picara una mayor cantidad de insectos.
'Salí corriendo a avisarle a mis hermanos. Mi papá no se pudo salvar'.
'Cuando se iba para el lago, no quería que yo lo acompañara, pero le dije: papi, papi, yo quiero ir contigo. Me dijo que sí y nos fuimos a buscar pescados'.
El cuerpo de Tomasito –como le dicen sus familiares–, está hinchado, lleno de picaduras y crema rosada, siente una mezcla de picazón con ardor; sus ojos guardan el dolor de un niño que acaba de perder a su padre.
Su familia afirma que el hecho se presentó al mediodía, pero que no lo pudieron encontrar sino hasta las 3:00 p.m. 'Mi hermano dice que pasó mucho tiempo esperando a que mi papá apareciera, porque a lo lejos escuchaba que lo llamaba. Vino enseguida a avisarnos, pero fue difícil hallarlo, como pudimos lo sacamos de ahí, pero nos demoramos porque todavía había abejas', indica María José, de 22 años, una de los 11 hijos que dejó el hombre oriundo de Valledupar.