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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, logró este sábado arrancar del G7 la aprobación de un plan de estructuras para contrarrestar el avance de China, pero no logró convencer a todos sus socios de adoptar medidas más contundentes frente al gigante asiático.

El mandatario estadounidense buscaba que el grupo de las democracias más industrializadas del mundo (EE.UU., Canadá, el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón, más la Unión Europea) adoptara acciones de calado frente a China, pero no ha persuadido a todos los socios.

Funcionarios de alto rango de la Administración de EE. UU. hablaron este sábado en varias llamadas con la prensa de las discrepancias expuestas dentro de la cumbre de G7, en Carbis Bay (el Reino Unido), pero no se adentraron en detalles.

Según esas fuentes, Biden y los primeros ministros de Canadá, Justin Trudeau, y del Reino Unido, Boris, han defendido 'esfuerzos orientados a la acción' frente a China; mientras que la canciller alemana, Angela Merkel, el jefe del Gobierno italiano, Mario Draghi, y la Unión Europea (UE) se decantan por 'una especie de relación de naturaleza cooperativa' con Pekín.

Las fuentes no precisaron en qué puntos hubo divergencias y se limitaron a apuntar que 'hubo un poco de diferenciación de opiniones no sobre el tipo de amenaza que hay, sino en lo fuerte que es'.

Infraestructuras para contrarrestar a China

Pese a esos desacuerdos, que no han sido confirmados por ninguna de las otras delegaciones presentes en el G7, Biden ha convencido a sus aliados de lanzar la iniciativa 'Build back better for the world' (Reconstruir mejor para el mundo), como contrapunto al megaproyecto chino 'One Belt, One Road' (Una ruta, un cinturón).

Ese plan de China pretende revitalizar la conocida como Ruta de la Seda mediante la modernización de infraestructuras y telecomunicaciones para mejorar la conexión entre Asia y Europa.

Anunciada en 2013 por el presidente chino, Xi Jinping, tiene como objetivo construir puertos, carreteras y ferrocarriles para crear nuevos corredores comerciales que unan China con Europa, África y otras partes de Asia.

Inmerso en plena disputa con Pekín por la hegemonía mundial, EE. UU. busca impulsar una réplica occidental y presenta el plan de infraestructuras como 'una colaboración entre las grandes democracias para llevar a cabo un proyecto guiado por los valores, con altos estándares y transparentes'.

En concreto el proyecto responderá a las necesidades en este ámbito de países de ingresos medios y bajos de Latinoamérica, el Caribe, África y el Indopacífico.

Los funcionarios estadounidenses aclararon que con esta propuesta se quiere ofrecer algo al mundo en desarrollo, sin 'forzar a los países a que hagan una elección'.

Y auguraron que ayudará a responder a las necesidades de más de 40 billones de dólares en infraestructuras de esas naciones, que se han visto exacerbadas por la pandemia de covid-19.

La propuesta pretende movilizar capital del sector privado para impulsar proyectos en cuatro ámbitos: el clima, la seguridad sanitaria, la tecnología digital y la igualdad de género, además de contar con inversiones de instituciones financieras.