El orden ha vuelto a la Casa Blanca en los cien primeros días de Joe Biden, un presidente cuyo pragmatismo y discreción le han deparado un comienzo más productivo que el de sus predecesores, aunque no ha podido cumplir por ahora su principal promesa: unir a un país profundamente polarizado.
Biden, cuyo centésimo día en el poder se cumple este jueves, asumió su cargo en los estertores de uno de los sucesos más graves de la historia de EE.UU., un asalto al Capitolio espoleado el 6 de enero por el entonces mandatario, Donald Trump, que envenenó a sus seguidores con la mentira de que le habían robado las elecciones.
En su discurso de investidura el 20 de enero, Biden pidió apostar por la 'unidad' y dejar atrás la 'guerra no civil' entre demócratas y republicanos; pero casi tres meses después, en marzo, el 74 % de los votantes conservadores seguían sin reconocerle como ganador legítimo de los comicios, según una encuesta de The Economist.
'El clima político en Estados Unidos está tan dividido como antes de las elecciones (de noviembre), sin prácticamente ningún indicio de cooperación bipartidista en grandes iniciativas', dijo a Efe una profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Chapman de California, Lori Han.
Esa polarización ya no absorbe todo el oxígeno de Washington como ocurría durante la era Trump, pero sigue asomando la cabeza en los debates sobre la inmigración, las restricciones al voto, el racismo y la brutalidad policial o las vacunas contra la covid-19, entre otros temas.