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La investidura de Joe Biden esta semana es una de las pruebas de fuego más decisivas para la democracia estadounidense, con la tensión en cotas máximas ante una ceremonia cerrada al público y abarrotada de militares en lugar de las multitudes festivas de otros tiempos.

La ceremonia en la escalinata oeste del Capitolio, escenario hace menos de dos semanas del mortal asalto de los seguidores de Donald Trump, concentrará en pocos metros al nuevo presidente, senadores, donantes, empresarios y otros miembros del selecto grupo de los mandos de la nación más poderosa del mundo.

La inteligencia estadounidense no quiere repetir los errores del 6 de enero, después de que la Fiscalía haya recopilado pruebas de que algunos de los participantes del asalto buscaban 'capturar y asesinar', al tiempo que se conocen detalles de cómo hasta propusieron ejecutar a un policía con su propia arma reglamentaria.

El FBI consideró en una circular enviada la semana pasada que el asalto al Capitolio ha envalentonado a grupos de 'extremistas violentos domésticos' que consideran son la mayor amenaza 'terrorista' para el país durante 2021 y se están tomando muy en serio el peligro en los días previos y durante la investidura del día 20.