Ocho meses después del incendio que destruyó parte de la emblemática catedral de Notre Dame de París, la fragilidad de su estructura sigue preocupando y en breve se enfrentará a uno de los mayores desafíos de la reconstrucción: el desmantelamiento del andamiaje.
A partir de febrero, comenzará esta delicada operación consistente en desmontar uno a uno los 10.000 tubos metálicos que rodean el edificio que el fuego soldó entre sí como una gigantesca tela de araña.
Instalado antes del siniestro para restaurar el edificio, el andamiaje, fragilizado y deformado por las llamas, amenaza a la bóveda y el equilibrio de la catedral, que este año no pudo acoger la misa de Navidad por primera vez desde hace dos siglos.
Tras finalizarse un segundo andamiaje más alto y ligero, un equipo de expertos denominados 'ardillas' desmontarán las piezas y una grúa gigante de 75 metros las bajará al suelo.
La operación durará varios meses, si bien el espacio frente a la fachada será abierto progresivamente a los turistas y viandantes a partir de finales de enero.
Polémicas
Desde el principio, la reconstrucción de la aguja de la catedral ha desatado una fuerte polémica. ¿Habría que rehacerla de forma idéntica a la original, retomando los planos detallados del siglo XIX diseñados por Viollet-le-Duc, tal y como desea el actual arquitecto jefe de la catedral Philippe Villeneuve?
¿O habría que apostar por un 'gesto arquitectónico contemporáneo' sacando propuesta a concurso internacional, como sugirió el presidente Emmanuel Macron?
El comentario del general Jean-Louis Georgelin, nombrado por Macron para presidir la reconstrucción en cinco años de la Catedral, dirigido al arquitecto jefe de Notre-Dame ('¡Que cierre el pico!'), es reveladora de la guerra en marcha.
En cualquier caso, el plan del gobierno de terminar la reconstrucción en cinco años ha sido mal recibida por expertos y altos funcionarios del ministerio de Cultura francés, que reprochan al ejecutivo querer terminar el proyecto a marchas forzadas solo para que Macron pueda anotarse un tanto en vistas a su reelección.
Consideran además que lo que el presidente llama 'gesto arquitectónico' responde a un deseo personal de dejar una huella en la historia, como François Mitterrand con la pirámide del Louvre.
Otra polémica estalló en torno a las supuestas negligencias cometidas en la urgencia justo después del incendio, referida a la posible contaminación por plomo: al fundirse los cientos de toneladas de la aguja, construidas en este metal pesado, habrían liberado partículas contaminantes.
Los análisis no revelaron un diagnóstico preocupante, pero las obras debieron ser interrumpidas tres semanas durante el verano para llevar a cabo controles y tomar medidas drásticas de higiene para quienes participaron en la limpieza.
Reconstrucción en 2021
Por el momento, mantener protegido el edificio es la prioridad. Tras el desmontaje de los andamios, llegará el momento de las decisiones arquitectónicas y los concursos o licitaciones. La fase de reconstrucción podría comenzar en 2021.
Una ley 'Notre Dame' aprobada a finales de julio autoriza ciertas licencias -en ocasiones, también criticadas- para agilizar los procesos administrativos y acelerar el calendario.
Según muchos expertos, el objetivo de cinco años fijado por Macron para la restauración del edificio es viable. Esto dependerá más de la rapidez en la ejecución de los trámites administrativos que de los trabajos en sí, dados los medios técnicos disponibles.
El dinero tampoco será un problema: 922 millones de euros en donaciones y promesas de donaciones han sido confirmadas, del dólar de un niño estadounidense a los 200 millones de euros del millonario francés Bernard Arnault.
Aunque ciertas medidas de desgravación fiscal han animado a muchos a donar, este aluvión de aportaciones, de Japón a Marruecos, pasando por Brasil o Estados Unidos, revela la inmensa notoriedad simbólica de este monumento para el gran público, independientemente de sus creencias religiosas.