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Alemania y Europa celebran el sábado los 30 años de la caída del Muro de Berlín, un aniversario que coincide con un aumento de los nacionalismos y con un regusto a Guerra Fría, sentimientos muy lejanos a las esperanzas que suscitó el fin del Telón de Acero.

En una señal clara de los tiempos actuales, Alemania prevé un programa político mínimo. Hace diez años, líderes de todo el mundo, incluidas las cuatro fuerzas aliadas de la Segunda Guerra Mundial, se dieron cita ante la Puerta de Brandeburgo en Berlín, epicentro durante años de la división de la ciudad y del continente, para derribar un falso muro erigido para la ocasión.

El mensaje fue claro: las murallas y las divisiones son cosas del pasado.

Hace cinco años, se lanzaron globos luminosos a lo largo del trazado del antiguo muro para simbolizar el fin de las divisiones.

Pero el sábado no habrá grandes celebraciones. El ambiente político en Alemania está enrarecido y más polarizado que nunca debido al auge de la extrema derecha que se opone a la inmigración y a la canciller Angela Merkel.

El crecimiento de esta tendencia política es especialmente visible en la antigua Alemania del Este comunista, ilustrando una brecha política que persiste 30 años después entre las dos partes del país.

El sábado, el jefe de Estado, Frank Walter Steinmeier, pronunciará un discurso en la Puerta de Brandeburgo, donde también se han programado conciertos. En otras partes de la capital se celebrarán exposiciones.