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Ninguna mujer indígena ha llegado al Congreso de Estados Unidos, pero un trío está buscando cambiar la estadística.

Dos son demócratas, la tercera es republicana, férrea simpatizante del presidente Donald Trump, quien aspira que su partido mantenga el control del Poder Legislativo en los cruciales comicios de medio mandato en noviembre.

'Soy una mujer, soy una mujer de color', dijo a la AFP Deb Haaland, candidata en Nuevo México. 

Haaland es ciudadana de la tribu Pueblo Laguna, la misma de Yvette Herrell, también aspirante a congresista en este estado fronterizo con México.

Pero estas dos mujeres, que no compiten en el mismo distrito, no tienen mucho en común más allá de su sexo y su ascendencia tribal. En política, parecen estar en dos polos opuestos.

La primera es anti-Trump, la otra lo apoya fervientemente; una es pro-aborto, la otra anti; Haaland apoya una reforma migratoria que inicie por la legalización de los llamados 'dreamers', mientras que Herrell apoya 'combatir' la inmigración ilegal y reforzar las fronteras.

'Necesitamos impulsar los temas que importan en vez de los que el presidente quiere imponer al pueblo estadounidense', dice Haaland.

Además de Haaland y Herrell, Sharice Davids compite en Kansas. Abogada y exluchadora de Artes Marciales Mixtas (MMA), Davids podría ser la primera congresista indígena y lesbiana.

Otros siete candidatos indígenas buscarán también escaños en noviembre. El total de 10 es el doble de los candidatos hace dos años.

Pero el incremento no se registra únicamente en las elecciones al Congreso, sino también en gobernaciones, parlamentos regionales, agencias reguladoras.

Mark Trahant, editor del diario especializado Indian Country Today, listó un récord de 100 candidatos, de los cuales 52 son mujeres.

Incluye también las candidatas a gobernadoras Paulette Jordan en Idaho y Andria Tupola en Hawái, además de Kevin Stitt en Oklahoma, estado al que representan los únicos dos indígenas en el Congreso actualmente: Tom Cole y Markwayne Mullin, ambos republicanos.

A lo largo de la historia estadounidense, poco más de una docena de indígenas han sido electos para servir en el Congreso.