Ecuador abrió un corredor humanitario para acelerar el traslado de venezolanos que se dirigen a Perú, horas antes de que se endurezcan las normas de tránsito fronterizo en ese país desbordado por una ola masiva de migrantes. Al mismo tiempo, la justicia ecuatoriana aceptó un pedido de medidas cautelares de la Defensoría del Pueblo y la Defensoría Pública, con lo que quedó temporalmente sin efecto la exigencia de pasaporte, según un fallo divulgado en Quito.
'Van 35 buses en este momento por el corredor humanitario y vamos a seguir hasta que se pueda', declaró a la prensa el ministro del Interior ecuatoriano, Mauro Toscanini.
El gobierno de Lenín Moreno impuso el pasaporte la semana pasada y Perú replicó la medida que entrará en vigencia desde primeras horas de este sábado.
Ecuador, donde las autoridades estiman que viven unos 200.000 venezolanos, se ha convertido en un país de paso para los migrantes que huyen de la crisis rumbo a Perú, Chile o Argentina, en travesías de miles de kilómetros que muchos cubren a pie por largos tramos.
En las últimas semanas han ingresado unos 2.500 venezolanos cada día, según cifras oficiales, pero la cantidad se disparó en la víspera de que Perú les exija el pasaporte.
Al tiempo tope
En un Centro Binacional de Atención Fronteriza (Cebaf) en Tumbes, situado en medio de campos de banano en el límite entre Ecuador y Perú, una avalancha de venezolanos llegó en las horas previas a que comience a regir la obligación de presentar pasaporte para entrar a territorio peruano. La gran mayoría son jóvenes, algunos con sus hijos.
'Justamente me vine al tiempo tope, como quien dice, en la raya llegué justamente para poder entrar', dijo aliviada a la AFP Angelí Vergara, secretaria de 22 años.
'Tengo dos años esperando el pasaporte y no me lo han entregado', relató.
Muchos llevaban casi 20 días caminando, viajando en precarios buses rurales o pidiendo la ‘cola’.
'Vine para acá ‘mochilando’ por Colombia y Ecuador como todos los venezolanos', contó Édgar Torres, profesor de educación física de 22 años de Caracas. Al igual que casi todos sus compañeros de travesía, no tenía pasaporte ni un centavo en el bolsillo.
En el Cebaf esperó 12 horas en una fila bajo el calor tropical para obtener su tarjeta de ingreso a Perú. Comió su primer plato caliente en 10 días cuando voluntarias de una iglesia de la ciudad llegaron en camioneta a repartir sopa de arroz y papas.
El centro binacional construido en la década de 1990 para dejar atrás los conflictos limítrofes entre Ecuador y Perú, fue diseñado para atender a unos 200 viajeros al día, pero con el éxodo de venezolanos esa cifra se multiplicó por 10, o más.