La ceremonia se llevó a cabo como una conmemoración marcada por una advertencia del alcalde sobre el repunte del nacionalismo en el mundo.
El cielo estaba despejado como aquel 6 de agosto de 1945 cuando, a las 08H15 locales, un bombardero B-29 estadounidense nombrado 'Enola Gay' soltó sobre la ciudad la bomba atómica 'Little Boy', provocando el día mismo y las semanas siguientes la muerte de 140.000 personas.
'Si la humanidad olvida la historia o deja de confrontarse con ella, podríamos volver a cometer un terrible error. Por eso debemos seguir hablando de Hiroshima', declaró el alcalde Zaumi Matsui.
'Los esfuerzos por eliminar las armas nucleares deben continuar', insistió. 'Algunos países se muestran abiertamente nacionalistas y modernizan su arsenal nuclear, avivando tensiones que se habían mitigado con el final de la Guerra Fría', lamentó.
El primer ministro, Shinzo Abe, adoptó un tono menos categórico, en un discurso que volvió a dejar patente las contradicciones japonesas sobre el tema de las armas nucleares.
El año pasado, Japón decidió no firmar un tratado para prohibir el arma atómica, adoptado en la ONU, coincidiendo así con las potencias nucleares que mencionan la amenaza norcoreana para denunciar la ingenuidad del texto.
'En los últimos años, ha quedado claro que existen divergencias entre países sobre las formas de reducir las armas nucleares', declaró Abe.
'Nuestro país quiere actuar con paciencia para servir de puente entre las dos partes y liderar los esfuerzos de la comunidad internacional' hacia la desnuclearización, añadió.
Tres días después de la destrucción de Hiroshima, una segunda bomba atómica 'Fat Man', golpeó la ciudad de Nagasaki. El 15 de agosto, Japón anunció su capitulación, que abrió el camino al final de la Segunda Guerra Mundial.