El editor catalán Quim Torra, acusado por sus rivales de nacionalista excluyente, se convirtió este lunes en nuevo presidente de Cataluña prometiendo fidelidad al encargo de su antecesor Carles Puigdemont de continuar su lucha por una República que sea independiente de España.
Con apenas unos meses como diputado como única experiencia política, este hombre de 55 años, de torso ancho, amplia frente y unas prominentes mejillas siempre sonrosadas, quien porta grandes gafas, asumió el mandato de dirigir esta región tras seis meses bajo control del gobierno español.
'Viva Cataluña libre', celebró justo después de ser investido por una escueta mayoría en el Parlamento regional, donde prometió ser leal al mandato de 'construir un Estado independiente' y trabajar 'sin descanso' por la República.
Un mandato 'provisional', reconoció él mismo, a la espera del retorno de su 'presidente legítimo en el exilio', Carles Puigdemont, impedido de recuperar su cargo al estar en Alemania y pendiente de un proceso de extradición.
'Hombre de paja', 'títere', son algunos de los epítetos usados por los medios españoles sobre este hombre comprometido con la estrategia de su mentor de mantener vivo el conflicto con Madrid, a pesar del fracaso del intento de secesión del pasado octubre.
Sin afiliación a los partidos independentistas, cada vez más distanciados de la estrategia de tensión de Puigdemont, el expresidente escoge a 'un miembro destacado de la línea dura (...) que sólo responde ante él', afirma Oriol Bartomeus, politólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona.
- El fantasma del supremacismo -
Tras una de década de activismo por la independencia de Cataluña, presidiendo incluso la influyente entidad Omnium, Torra fue escogido diputado en la cámara regional como miembro de la heterogénea lista de Puigdemont, Juntos por Cataluña.
La afabilidad y el discurso sosegado de este hombre de elegancia británica contrastan con el tono de los escritos y tuits recuperados por la oposición en los últimos días, calificándolo de 'ultranacionalista' y 'supremacista'.
'Los españoles vienen a vigilarnos, ¡fuera de aquí de una vez!', decía en un mensaje en 2012 desde una cuenta de Twitter ya eliminada.
Y en una serie de artículos en periódicos digitales, calificaba de 'no natural' y 'deterioro' hablar en castellano en Cataluña, define España como 'un país exportador de miserias' o tilda como 'carroñeros, víboras y hienas' a aquellos que no comparten la defensa de la cultura y la lengua catalana.
Incluso, este admirador del independentista Francesc Macia, presidente de Cataluña entre 1931 y 1933, dijo que 'hacía falta' un nuevo intento de alzamiento armado como el que planeó su ídolo en 1926 contra la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera (1923-1930).
'Su ideología queda perfectamente clara (...) Defiende la xenofobia, defiende una identidad excluyente', aseguró la líder de la oposición, Inés Arrimadas, del partido de centroderecha Ciudadanos, el más votado en la región.
'Lamento que unos tuits sacados de contexto, dirigidos al gobierno del Estado, hayan podido ofender a alguien', dijo Torra este lunes, disculpándose por tercera vez desde su designación.
- Una vida de cambios drásticos -
Nacido en la villa costera de Blanes, donde empieza la turística Costa Brava, este hombre casado y padre de tres hijos no es ajeno a los cambios drásticos de profesión.
Después de casi dos décadas en la aseguradora suiza Winterthur, aprovechó el dinero de su despido para fundar una editorial, A Contra Vent, especializada en recuperar textos de periodistas catalanes de la Segunda República (1931-1939) y el exilio franquista.
Mientras se pasaba horas buscando artículos olvidados en las bibliotecas de la región, se fue granjeando un nombre en los círculos nacionalistas, con artículos en medios de comunicación y puestos de dirección en diferentes organizaciones separatistas.
En 2012, el ayuntamiento nacionalista conservador de Barcelona le encargó la dirección del Born Centro Cultural, un espacio de exaltación nacionalista que exhibe las ruinas de la Barcelona de 1714 destruida tras su derrota ante las tropas franco-españolas de la monarquía borbónica.
Gracias a él, ante este complejo ondea una gran bandera catalana de exactamente 17,14 metros de altitud. Algo similar prometió hacer también en la sede del gobierno catalán, colocando un gran lazo amarillo, símbolo de los políticos independentistas presos y exiliados.