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Nicolle Uria tenía 15 años cuando su familia le reveló un secreto que guardaba desde que era bebé: era una inmigrante indocumentada. Saberlo la llenó de temor, pero también fuerza para luchar por su futuro en Estados Unidos, el único país que conoce.

'Lo último que pensé fue que era indocumentada', cuenta a AFP dos años después de aquella fría noche en que su vida se volvió incierta.

Nicolle, que cursa el último año de secundaria en Annandale, en Virginia, quiere ir a la universidad y convertirse en periodista. Es buena estudiante, integra el equipo de voleibol de su escuela y edita la sección de entretenimiento del periódico escolar. Pero no sabe si podrá cumplir su sueño.

Como otros casi 700.000 jóvenes llegados al país sin papeles cuando eran niños, se siente 'en el limbo' desde que el presidente Donald Trump anunció en septiembre el fin del DACA, el programa que desde 2012 regulariza temporalmente su situación migratoria.

Trump dio al Congreso un plazo de seis meses para legislar sobre los 'dreamers', como se conoce a estos inmigrantes, la gran mayoría latinoamericanos. Pero el programa, que debía cancelarse el 5 de marzo, sigue vigente tras dos fallos de jueces federales que suspendieron la decisión del gobierno.

Mientras la suerte del DACA se dirime en los tribunales y los legisladores no llegan a un acuerdo sobre el destino de los 'dreamers', Nicolle, una boliviana que siempre pensó que había nacido en Estados Unidos, teme tener que separarse de sus padres, hermanas, sobrinos.

'Volvería a un país que ni siquiera conozco', dice, con los ojos llenos de lágrimas. 'No tengo recuerdos de Bolivia'.