A sus 36 años, Jared Kushner, el yerno y el más discreto de los asesores de Donald Trump, es uno de los pilares de la Casa Blanca. Pero su participación en la trama rusa pone en peligro su privilegiado lugar.
Pocos estadounidenses, al margen del círculo de poder en Nueva York y Washington, han escuchado siquiera su voz. Solo se le ha visto a un lado en las conferencias de prensa, en alguna reunión en la Oficina Oval o al descender del Air Force One. Siempre con la misma sonrisa, la del yerno ideal. Esa cara es su mejor arma.
Desde la campaña de 2016, el esposo de Ivanka Trump es el hombre para las misiones delicadas, el que puso a su suegro en el buen camino en los asuntos clave, pero también el que despertó su instinto agresivo.
En julio de 2016, The New York Times lo describía como el 'director de campaña de facto'. Poco después se le señaló de ser culpable de la remoción de Chris Christie, quien por entonces parecía el favorito de Trump para la Vicepresidencia. Es que Christie fue el fiscal que acusó al padre de Jared, promotor inmobiliario, condenado en 2005 a una pena de prisión por diversos fraudes.