El autor del tiroteo de Múnich, con un balance de diez muertos incluido el atacante, actuó al parecer inspirado en baños de sangre como el causado por el noruego Anders Behring Breivik, en lo que tal vez fue un acto de locura, pero de efectos devastadores semejantes al fanatismo extremista.
La coincidencia del ataque de ayer en el centro comercial con el quinto aniversario del doble atentado cometido en Oslo y en la vecina isla de Utøya hizo pensar que el joven alemán-iraní era una especie de cachorro de ese 'lobo solitario', que acabó con la vida de 77 personas.
'Cuando alguien se interesa de forma tan intensa por ataques masivos, seguro que Breivik también ha desempeñado un papel', afirmó hoy el jefe de la Policía de Múnich, Hubertus Andrä, quien en la madrugada anterior ya había apuntado que no había el menor indicio de un trasfondo yihadista en la matanza de Múnich.
El joven alemán-iraní, de 18 años, nacido en Múnich y que, según las investigaciones en curso, sufría trastornos depresivos y estaba obsesionado por la violencia, tenía en su habitación abundante material sobre matanzas y baños de sangre sin trasfondo político.
El asesino en masa noruego, en la cárcel con una condena a 21 años prorrogables de forma indefinida, sí actuó movido por el fanatismo islamófobo y mesiánico, plasmado en el 'Manifiesto' de más de 1.000 páginas que colgó poco antes de sus atentados en internet.
El quinto aniversario del doble atentado parecía destinado a no ser uno más en la secuencia de las anteriores ceremonias anuales en recuerdo de esas víctimas, en su mayoría adolescentes entre 14 y 19.
Europa vive inmersa en la alarma generalizada tras los atentados de los últimos meses en Bruselas, París o Niza, mientras crece en Alemania el temor a ser el siguiente objetivo, sea de tramas terroristas o de acciones de otros lobos solitarios.
Baviera y el resto del país seguía ayer conmocionada por el ataque provocado por un refugiado de 17 años, abatido por la Policía tras herir con un hacha y un cuchillo a varios pasajeros de un tren regional bávaro.
'La ideología de los terroristas puede ser diferente, pero en todos ellos hay un lenguaje común: la violencia y el odio', dijo la primer ministra noruega, Erna Solberg, en el acto institucional en recuerdo de las víctimas de Breivik ayer viernes.
En el joven de Múnich no hay rastros de fanatismo yihadista, pero sí de afinidades con el odio ciego de Breivik.
Al margen de la coincidencia con el aniversario del doble atentado en Noruega, la matanza del centro comercial de Múnich parece inscribirse en la serie de baños de sangre cometidos por jóvenes como él, también en Alemania.
En su habitación tenía un libro titulado 'Amok, porque matan los estudiantes', término adoptado del malayo y que significa 'ataque de locura homicida'.
Según fuentes de la investigación citadas por medios locales, era aficionado a los vídeojuegos violentos, tenía problemas escolares y glorificaba a Tim Kretschmer, un joven de 17 años que, en 2009, irrumpió armado en su antiguo colegio en la localidad de Winnenden, donde empezó una matanza que le costó la vida a 15 personas.
Kretschmer acabó suicidándose acorralado por la Policía, tras una huida de 40 kilómetros, vestido con un uniforme paramilitar y armado con la pistola Beretta con la que había asesinado a sangre fría a nueve estudiantes y seis profesores.
Su precedente directo tuvo lugar en 2002 en otra escuela alemana, en Erfurt, donde otro exalumno irrumpió armado en su colegio y mató a 16 personas, para suicidarse finalmente en una de las aulas.
Los autores de esas dos matanzas alemanas eran hijos de buena familia, fascinados por las armas y la violencia. Ya entonces, en medio de la conmoción nacional por lo ocurrido en Winnenden, el presidente del país, Johannes Rau, advirtió del peligro de 'imitadores'.