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Ocho adolescentes con las hormonas revueltas juegan en la cima de alguna montaña latinoamericana. Son como niños perdidos saltando y corriendo entre la neblina, hasta que alzan sus armas y encienden el cielo a tiros. Un grito seco estalla sobre las nubes y lo que a veces parecía un intenso entrenamiento de guerra se transforma en la guerra real. No es un juego. Muchos menos si descienden a lo más denso de la selva. 

Monos, la nueva película del director colombo-ecuatoriano Alejandro Landes, está hecha de pura poesía salvaje que fluye como un río. El grupo rebelde recibe órdenes de una enigmática entidad llamada La Organización, pero desde su primera misión, la de cuidar de una vaca lechera (Shakira) y una rehén extranjera (Julianne Nicholson), los soldados recuerdan lo descontrolada que es la adolescencia. Y, pronto, advierten los desastres que traerá su infernal lucha de poderes. Spoiler: es una pesadilla tras otra. 

Con la cinematografía hipnótica de Jasper Wolf, el film de supervivencia de Landes se convierte en una especie de El señor de las moscas que, de acuerdo con A.O. Scott, crítico del New York Times, «transforma el mundo natural en una alucinación», una clase de atmósfera del universo Peter Pan mezclada con Apocalypse now.

Todo el drama de Monos, cada disturbio o ritual extraño, ocurre en un contexto político, geográfico y temporal que resulta abstracto. Así, cualquier idea preconcebida sobre el conflicto en cualquier país de América Latina o del mundo, se pierde entre la neblina. Rambo (Sofía Buenaventura), Lobo (Julián Giraldo), Leidi (Karen Quintero), Sueca (Laura Castrillón), Pitufo (Deiby Rueda), Perro (Paul Cubides), Boom Boom (Sneider Castro) y Bigfoot (Moisés Arias) nos internan en una jungla cuyas reglas –a veces parece que no hay ninguna– son más familiares de lo que se quisiera.