Las alertas regionales están encendidas en todo el país ante la posibilidad de que se disminuyan los recursos que se perciben por cuenta de las loterías, chance y juegos de azar.
La amenaza, que se han empeñado en advertir los gobernadores, ya tiene un largo trecho recorrido. Está representada por la licitación para la operación nacional del Baloto. En esencia y según lo señalado, los pliegos del proceso contemplan una ampliación de las alternativas de sorteos disponibles, con lo cual se entraría a disputarles terreno a los juegos de azar territoriales. Las quejas tuvieron eco en Coljuegos, que amplió el cronograma y extendió hasta el 7 de octubre el plazo para recibir ofertas de proponentes; y la audiencia de adjudicación, prevista para el 26 de octubre, fue postergada en consecuencia para el 3 de noviembre.
No obstante, la amenaza persiste. El aplazamiento no otorga la tranquilidad que en estos momentos están demandando las administraciones departamentales. Lo que está en riesgo, más que la operación de loterías, es el dinero que se recibe mediante ellas para inversión en salud. El gobernador Eduardo Verano ha señalado, por ejemplo, que el Atlántico perdería unos $10.000 millones anuales de recursos para uno de los sectores más sensibles y que, contradictoriamente, más apoyo necesita.
El mal estado de la infraestructura hospitalaria, las graves falencias en la prestación de los servicios, las quejas por desatenciones, las deudas que asfixian a las instituciones, comprenden el triste común denominador de la salud no solo en Atlántico o en la Región Caribe, sino en todo el país. Por eso cuesta tanto entender que, ante la alerta de una situación que pone en riesgo una de las fuentes de financiación de la salud, no se tomen correctivos de fondo y se deje proseguir una posible aberración en ciernes con inocultables visos de inequidad.
La Federación Nacional de Departamentos ha señalado que las loterías transfirieron el año pasado $131.000 millones, mientras que los juegos de apuesta giraron $219.404 millones, sin incluir el IVA. De acuerdo con lo que han manifestado, el temor radica en que un Baloto repotenciado represente un abuso de posición dominante de parte de la Nación, en detrimento de los recursos que perciben los territorios.
Si Coljuegos reconoce que hay una amenaza, resulta más que razonable el llamado a la suspensión del proceso. Colombia no se puede dar el lujo de arriesgar el dinero para uno de sus sectores más vulnerables. No hay que olvidar que el sistema de salud es una de las grandes tareas pendientes, y que las peores manifestaciones de sus problemas se ensañan con las regiones.
Los gobernadores evalúan alternativas como un Baloto regional o la unificación de loterías, para hacerle frente al problema. Sea cual fuere el camino, lo fundamental es que esté atravesado por principios de transparencia. Se requiere de un blindaje absoluto en la gestión de este tema. Pero el concurso de la Nación es insoslayable y necesario. La solución a la paradoja exige la participación del Gobierno Nacional; reclama que se atienda el clamor.
No que lo que está pasando con las loterías y el dinero de la salud sea síntoma de un mal mucho mayor y mucho más viejo; uno que de vez en cuando vuelve a aparecer y demostrar que sus raíces son más profundas de lo que parece. El centralismo.