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Todo está listo en Cartagena para la firma del acuerdo de paz que alcanzaron el Gobierno y las Farc en La Habana. La Heroica se convertirá mañana en centro de atención mundial no solo por la trascendencia del acto que acogerá, sino por la cantidad de estadistas y personalidades extranjeras que estarán en la ciudad actuando como testigos del acontecimiento histórico.

El evento de este lunes constituye el paso previo a otro de igual trascendencia: la celebración de un plebiscito en el que los colombianos tendrán el derecho de decidir si aceptan o rechazan lo pactado en la capital cubana tras cuatro años de negociaciones.

En su edición de hoy, EL HERALDO dedica un amplio despliegue informativo no solo con los detalles concernientes a la firma en sí misma de un documento, sino al contexto en que dicha rúbrica se producirá. El lector seguramente podrá constatar lo que muchos ciudadanos saben o, al menos, intuyen: que estamos ante un asunto de mucha complejidad, sobre todo por la carga emocional y la sensibilidad social que ha suscitado todo este proceso.

Por no ir muy lejos, en nuestras páginas llevamos los relatos estremecedores de dos militares que han tenido que enfrentarse durante años a las Farc: uno de ellos se declara contrario al acuerdo con la guerrilla, mientras que el otro no solo lo acepta, sino que el destino ha querido que hoy se encuentre entre los soldados que brindarán seguridad a sus antiguos enemigos en las zonas veredales que les han sido asignadas para concentrarse. Son dos puntos de vista respetables, muy personales, que se producen al margen del apoyo rotundo que la cúpula del Ejército ha expresado al proceso de paz.

Pero la complejidad que rodea al acuerdo de paz no se circunscribe a la división –por razones intelectuales, emocionales, ideológicas o de cualquier otra índole– que el texto provoca en la sociedad. También se refiere a la situación del país donde tal acuerdo se implementaría.

La propia ciudad que acogerá la firma del documento es una muestra. Una ciudad sometida a fuertes tensiones, en la que el poderoso atractivo turístico convive con la miseria y la violencia en barrios populosos. Las recientes declaraciones del alcalde de Cartagena acerca del descaro con que se desenvuelven ciertos criminales en la ciudad, han sido reveladoras en este aspecto.

Todo lo anterior incidirá en el plebiscito. Partidarios del ‘Sí’ consideran que el acuerdo contribuirá a hacer de Colombia un país más justo y pacífico; defensores del ‘No’ opinan que este acuerdo en concreto no logrará tales fines, sino, por el contrario, agravará la situación del país.

Las encuestas pronostican una victoria holgada del ‘Sí’. Pero lo único que se puede decir con certeza absoluta en este momento es que estamos ante un instante único, excepcional, que, en uno u otro sentido, condicionará para siempre el curso de la turbulenta historia colombiana.