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Lo que están contando los que están en El Diamante, lugar donde se desarrolla la Décima Conferencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -Farc-, primera con visibilidad frente al mundo de esta organización ilegal, es que arrancó con certeza el cumplimiento de sus objetivos, que son dar por terminada la lucha de 52 años para acceder al poder político por la vía armada y participar como movimiento o partido en una Colombia mejor.

En su discurso de instalación de la Conferencia, alias Timochenko, jefe máximo de las Farc, expresó sin atenuantes que espera estar en Cartagena el lunes 26 para firmar con el presidente Juan Manuel Santos el ‘Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de la paz estable y duradera’ que fue construido en cuatro años de negociaciones en La Habana. Ese Acuerdo Final es el que está puesto en debate y aprobación de los ciudadanos colombianos el 2 de octubre.

La Conferencia de las Farc culmina el 23 de septiembre . Su importancia estriba en que sus deliberaciones ya no están referidas a cómo hacer mejor la guerra sino cómo ganar en un escenario de paz. Un partido político desarmado tiene que acudir a la persuasión y no al poder armado.

En Colombia hay, por fortuna, modelos exitosos de transformación de organizaciones y liderazgos a partir de antecedentes de guerrilla o de autodefensa o paramilitarismo. Surge como pregunta qué puede ocurrir ahora, cuando una organización armada, que durante tantos años provocó tanto dolor al país y engañó más de una vez a los ciudadanos, se transforma en organización política y al nacer como esta persiga promover la equidad y la paz.

Está por verse qué serán, entonces, las Farc. El compromiso es que se sumarán a la competencia civilista, como lo reflejan las primeras intervenciones en San Vicente del Caguán. Además, varios gestos y declaraciones o actitudes. Por ejemplo, la búsqueda de comprensión, que es gestión manifiesta en el discurso guerrillero.

Tarea será para el Estado garantizar las condiciones de seguridad para que puedan ejercer su nuevo rol en el escenario político nacional.

Se están dando pasos para darles confianza a los colombianos de que el proceso con las Farc está bien encaminado. La paciencia de muchos se agotó durante las negociaciones, y aún persisten serias dudas entre amplios sectores sobre la conveniencia de lo pactado y el costo que habrá que asumir para pasar la página del conflicto interno.

En sus palabras, Timochenko descarta que lo pactado en La Habana represente una claudicación de la guerrilla. “Hemos ganado la paz”, se empeña en reafirmar. En medio de todo, ver a los guerrilleros que han estado en guerra con el país por cinco décadas apostando ahora por la civilidad reviste gran importancia. El diálogo en medio del disenso es el camino para la construcción de mejores circunstancias para todos. La base es el respeto por la diferencia, garantizar que puedan coexistir y desarrollarse visiones disimiles, incluso antagónicas, sin que esto derive en choques.

Mensaje que cobra especial relevancia ahora cuando los simpatizantes del Si y el No en el plebiscito se están enzarzando en discusiones cada vez más subidas de tono a lo largo de todo el país. Incluso, ya hay casos de choques violentos. En la nueva Colombia que se aspira a construir no tienen espacio este tipo de situaciones. Pareciera que la lección no está aprendida. No podemos armar una guerra para decidir sobre la paz.