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Orgullosamente barranquillera, la transportadora de gas natural que diversificó su portafolio de servicios e internacionalizó negocios hasta convertirse en un holding de energía conmemora 50 años. Con la mirada puesta hacia adelante, consciente de los desafíos del sector, su presidente, Juan Manuel Rojas, confirma inversiones por más de un billón de pesos en infraestructura confiable para seguir creciendo en Colombia en 2025, apostando por seguridad energética, sostenibilidad ambiental y huella social, mientras proyecta su expansión a nuevos mercados internacionales.

También confirma la escasez de gas y reitera que es prioritario incorporar más moléculas al mercado del gas en el país para beneficiar al consumidor y darle confiabilidad al sistema.

¿Cómo ha celebrado Promigas un aniversario simbólico para Barranquilla y el resto del Caribe?

Es un privilegio para mí celebrar los 50 años de Promigas. Cuando se creó yo tenía tres años y ahora me encuentro cosechando lo plantado por mis antecesores y todas las personas que han pasado por esta magnífica organización. Así que este año las hemos reconocido en eventos en Bogotá y Barranquilla, también a lo que ha sido Promigas, a todos sus grupos de interés, entre ellos, a quienes trabajan en proyectos de la fundación, y en general a los que nos han acompañado en estos 50 años.

¿Cuáles son esos datos claves que retratan la historia de Promigas en 50 años?

La gente piensa que Promigas se quedó como una compañía solo de transporte de gas. Y hoy somos más de 21 empresas que prestan distintos tipos de servicios, principalmente de energía, pero también contamos con uno de financiación no bancaria, por ejemplo. Cerramos 2024 atendiendo a 7,1 millones de clientes, 25 millones de personas, entre Colombia y Perú, a través de 3.289 kilómetros de transporte de alta presión a gas natural, básicamente en la Costa Caribe, pero también está el gasoducto que lo lleva desde el centro del país a Medellín, Transmetano, o desde el centro a Bucaramanga y los Santanderes, Promioriente. Y tenemos otro gasoducto más pequeño de alta presión en el Valle del Cauca, Transoccidente.

¿De dónde sale el gas que transportan y distribuyen?

Promigas se constituyó el 27 de diciembre de 1974 para movilizar las moléculas de gas del yacimiento costa afuera Chuchupa Ballena, descubierto por Texaco y Ecopetrol en 1973, a través de una red de 400 kilómetros de gasoducto a alta presión, desde La Guajira a Cartagena. Ese fue nuestro primer gasoducto troncal grande, después hicimos todos los gasoductos ramales. También tenemos recursos en el interior, en el Valle Inferior del Magdalena, en la cuenca Sinú-San Jacinto, y lo que hemos hecho durante este tiempo es ir conectando esos yacimientos que proveen gas natural al gasoducto troncal.

Las distribuidoras llegan a lo que llamamos la última milla, el usuario final. Surtigas atiende Córdoba, Sucre, Bolívar. Tenemos participación en Gases del Caribe, que es Atlántico, Magdalena, Cesar, norte de Bolívar, también en Gases de La Guajira, Efigas en la zona cafetera y en Gases de Occidente: Valle del Cauca y el norte del Cauca. Mientras que en Perú tenemos una participación en Cálidda, la distribuidora de gas en Lima y en dos distribuidoras en el norte de ese país. En cuanto a servicios de infraestructura para el sector, todo lo hacemos con Promisol, además regasificamos gas importado.

¿Qué tanto han incursionado en el negocio de las soluciones energéticas?

Trabajamos con gas, el combustible de la transición energética, pero en algún momento habrá mayor electrificación de la demanda. Por eso Promigas montó hace algunos años negocios dedicados a generación solar distribuida y autogeneración. En 2019 empezó el proyecto, en 2022 teníamos 19 megavatios instalados y este año cerraremos con 130 megavatios de energía solar en grandes superficies y autogeneración a gas, un buen complemento con el que estamos llegando a superficies comerciales, supermercados, industrias, etc.

¿Es posible acelerar la transición energética haciendo un proceso ordenado, responsable y viable?

Esta no se da de un día para otro. Cuando uno dice que se acabó la edad de piedra no es porque se acabaron las piedras. Y la revolución industrial comenzó con un proceso de generación de energía a vapor que tomó mucho tiempo hasta dejar la leña y el carbón y migrar después a otros combustibles. Eso toma tiempo y forzarlo puede tener un efecto adverso. ¿Qué ritmo debe tener la transición? No existe una receta única.

¿Qué es lo esencial?

Lo más importante es que en cada contexto particular se salvaguarde el llamado Trilema Energético para asegurar que la energía se provea de forma confiable y segura a los consumidores que son desde personas muy pobres hasta grandes industrias de un sistema de alta demanda. También tiene que ser asequible. Uno podría apostar por un sistema de plantas nucleares para proveer energía confiable y mucho menos dañina ambientalmente, comparada con otras. Pero el kilovatio hora de energía nuclear resulta tan costoso que la gente no lo va a poder pagar.

Y, además, ¿de dónde saldría la plata para construir esos proyectos?

Claro. Ahora, ¿qué significa energía segura, confiable y asequible? Que no puede sobredimensionar la infraestructura tampoco, porque se la terminará cargando a los consumidores y será más costosa. Además, en ese Trilema Energético tiene que buscar lo más ambientalmente sostenible en el tiempo. La mezcla de esos tres ejes es fundamental para definir el ritmo de la transición. Si usted quiere hacer una agresiva para dejar los fósiles inmediatamente, tendrá que cargarles a los usuarios un mayor costo de transitar a otro tipo de energías.

¿Opera también para energía solar y eólica?

Si moviéramos todo a solar y a viento, ¿Qué pasaría cuando no haya sol ni viento? ¿Dónde está el respaldo? Se puede perder seguridad en el suministro, al menos que exista un sistema de almacenamiento que es muy costoso. Eso no se les puede cargar a los usuarios que en Colombia son de distinto tipo: algunos podrían llegar a pagar un sistema fotovoltaico en sus casas, pero tenemos usuarios que apenas están saliendo de la leña para migrar a otro uso de combustión para cocinar sus alimentos. A estos habría que subsidiarlos totalmente para que hagan la transición.

Lo que plantea también demandaría recursos estatales cuantiosos, pero además el Estado ha demostrado que no es capaz de llegar a todos los territorios del país...

No solamente no es capaz de acceder a todas partes, sino que tiene otras necesidades: salud, educación, así que hay sectores en los que la participación privada puede funcionar mucho mejor y complementar al Estado bajo un sistema de reglas bien claras, previendo qué tipo de regulación habrá y qué tipo de instituciones manejarán esas normas, con condiciones de seguridad para la inversión.

Eso es lo que ha pasado en Colombia que en 1994 aprobó las leyes 142 y 143, de servicios públicos y asuntos energéticos. Antes de ellas, el 75 % de la población estaba conectada a servicio de energía eléctrica. En la actualidad tenemos a más del 97 %. Tuvimos éxito. En 1994, el 5 % de los colombianos estaba conectado a gas natural, hoy es el 70 %. Somos ejemplo mundial en masificación de gas natural, Han pasado 30 años y es lo que tardan esos procesos, sobre todo en energía.

Colombia logró avances gracias a leyes, acciones del Estado y participación privada. ¿Por qué ahora afrontamos una crisis de déficit o escasez de gas con reservas de apenas 6.1 años que ha incrementado importaciones, vía terminal SPEC, en Cartagena?

Colombia importa gas desde 2016, a través de una terminal prevista desde hace años por la UPME, Unidad de Planeación Minero Energética, que nos permite acceder a mercados de gas del Atlántico, Golfo de México y Estados Unidos, para darle confiabilidad al sistema energético, sobre todo por los efectos de ‘El Niño’, de sequía. Colombia genera energía eléctrica así: entre 60 % y 70 % a partir del recurso hídrico, 30 % es térmica y el resto, menos de un 10 %, por renovables no convencionales.

Cuando no llueve, pues hay menos agua y se debe entrar a respaldar el consumo energético con la generación térmica. Promigas ganó la licitación para construir la terminal, lo hicimos durante dos años, porque es un proceso que debido a las licencias ambientales, temas de infraestructura y otros asuntos de índole energético toma su tiempo. En 2016 entró en operación y desde entonces hemos traído 110 barcos con gas natural, de ellos 51 este año, porque comenzamos a necesitar más gas y los yacimientos en Colombia, la producción nacional, nuestras reservas han venido cayendo.

Ese gas importado era exclusivamente para uso térmico para abastecer la generación de las plantas. ¿Hoy ya se está importando para uso residencial, comercial y vehicular?

Los primeros 50 millones de pies cúbicos por día destinados para uso no térmico, sino para consumos de la demanda esencial, ya empezaron a utilizarse a partir del 1 de diciembre. Lo hizo TPL, una sociedad de Tebsa, empresa de generación térmica, tras participar en un proceso licitatorio de comercialización y han comenzado a vender gas para distribución.

¿Y eso es por la escasez?

Por supuesto, porque hay escasez. Nos preguntan, ¿de cuánto es la escasez de gas? Cuando uno mira lo que publica el gestor del mercado sobre el gas firme, el que se puede dar en condiciones de firmeza, que es lo que requiere la demanda esencial y el gas interrumpible, encontramos un déficit.

El gas natural para demanda esencial debe ser con condiciones de firmeza, para que la gente cuando esté cocinando no se quede a medias. Entonces, que tengamos gas en condiciones interrumpibles para cubrir el otro no es confiable. Así no funcionan los sistemas energéticos. Lo que tenemos hoy en día es un sistema al límite, sin margen de reserva ni de error. Si alguien tiene que salir a mantenimiento, como lo hizo SPEC y casi entramos en racionamiento, imagínese cuando tenga que hacerlo Cusiana, Cupiagua, Ballena u otros campos, nos vamos a racionamiento.

Preocupante…

No podemos estar jugando con algo que funcionaba perfectamente. Por eso los agentes salen al mercado a contratar y se les critica mucho porque contratan gas caro, pues la molécula más cara es la que no existe. Si ellos necesitan ese gas, ¿por qué van a querer comprar un producto que es un comodín igual para todo el mundo? Es porque en el mercado doméstico no está barato y no lo está porque no hay.

Una vez se masifique el uso de ese gas importado por la escasez, ¿se encarecerá la factura?

La factura será más cara, porque Colombia perdió la soberanía energética para consumo esencial. Y las moléculas que se producen aún en Colombia, y las de antes, son más baratas que las importadas. Ese gas barato ya no existe porque yacimientos, como Chuchupa y Ballena, que dieron origen a Promigas en 1974, se han ido debilitando con el tiempo, nos alimentaron por más de 40 años, pero ya están en condición depletada.

Esas moléculas tienen que ser sustituidas con nuevos proyectos, como por ejemplo Sirius, ubicado al frente de las costas de Palomino. Pero la diferencia entre uno y otro es que en el caso de Chuchupa y Ballena, la plataforma de perforación del mar estaba a 90 metros de agua y 2 kilómetros bajo tierra. Sirius está más metido en el mar, a 850 metros de espejo de agua y varios kilómetros bajo tierra. Luego habrá que transportarlo 90 a 100 kilómetros para que se conecte a Ballena en un gasoducto debajo del mar que se debe construir. Entonces, la mayor profundidad para sacarlo y la forma de conectarlo lo hará más costoso.

¿Cuándo estaría operativo?

Estos proyectos de infraestructura requieren años de construcción y de puesta en marcha. Además, todo depende del licenciamiento ambiental y del proceso consultivo con las comunidades. Si eso se da en tiempo y forma, las moléculas deberían estar disponibles en el mercado en el 2029, como ha dicho Ecopetrol y Petrobras. Y ojalá así sea porque Colombia lo necesita, porque si no tenemos gas quedamos expuestos a los mercados internacionales. Y en ese caso ya no depende tanto de lo que cuesta producirlo, sino de las condiciones de oferta y de demanda a nivel global. Así pasó cuando empezó la guerra en Ucrania y el precio del gas LNG se disparó porque los importadores, entre ellos nosotros, quedamos sujetos a la volatilidad del mercado internacional.

Eso es perder la soberanía energética…

Tal cual. Dependemos de los demás teniendo en Colombia gas enterrado, en recursos prospectivos por explorar todavía cuantiosos y en recursos contingentes descubiertos, como Uchuva o Sirius, que podrían duplicar nuestras reservas y que necesitamos poner cuanto antes en el mercado. Por temas de infraestructura será en el 2029, pero a día de hoy solo tenemos reservas producibles por seis años.

En ese sentido, ¿cuáles son las decisiones que el mercado espera se tomen?

Como país tenemos que pensar muy bien en lo que significa soberanía energética, hacer una transición ordenada para que podamos darle a los ciudadanos asequibilidad en la energía y confiabilidad y seguridad en el suministro, mientras mantenemos el eje de sostenibilidad controlado.

¿Qué quiere decir?

Tenemos que explorar y desarrollar nuestros recursos de gas, volver a retomar las rondas de licitación, asignar contratos de exploración, porque el gas permitirá que la transición sea más fluida y, a la vez, nos aporte la seguridad y soberanía energética que estamos perdiendo.

Es evidente que tendremos que importar más gas, ¿SEPC, única planta regasificadora del país, dará abasto?

Hay planes de expansión para SPEC que se ha convertido en el seguro energético que produce las moléculas que los productores internos no pueden no puede aportar. La capacidad de SPEC hasta abril de este año era de 400 millones de pies cúbicos por día. Colombia consume mil millones de pie en un día. Previendo que haría falta para las térmicas, en pleno fenómeno de El Niño, la aumentamos a 450 y en 2025, en agosto, ampliaremos 25 millones de pies cúbicos adicionales hasta 475 y en 2027 la llevaremos a 530 millones. Ese último proyecto se demora porque requiere ampliación de licencia.

En todo caso haría falta una nueva terminal regasificadora, ojalá en el Pacífico, por ejemplo…

Colombia tiene que pensar muy bien el tema porque necesita realmente múltiples fuentes de gas. Entre más moléculas existan el más beneficiado será el usuario porque pondríamos a competir las moléculas que vengan de Trinidad y Tobago y Estados Unidos por SPEC, de los mercados del Pacífico, Qatar y Australia si se hace una terminal de regasificación ahí, o las que se produzcan a nivel interno, lo que necesitamos es que compitan para que se equilibre oferta y demanda y bajen precios.

2025 está a la vuelta de la esquina. ¿Cuál es la prioridad de Promigas en el nuevo año?

Le seguiremos apostando a invertir en Colombia. Este año llegaremos a $930 mil millones y en 2025 superaremos el billón de pesos en infraestructura crítica para que sea confiable, resiliente y nos dé la seguridad energética que necesitamos en Colombia. Además, nos gustaría plantar la bandera de Promigas en Brasil o en Estados Unidos, como parte de nuestro plan estratégico comprando alguna compañía que nos permita crecer. Hoy estamos en Colombia y Perú, nos ha ido espectacular, pero se nos quedaron chicos esos mercados.

Pese a la incertidumbre por la escasez, Promigas redoblará en 2025 su apuesta de innovación en proyectos de generación con fuentes de energías renovables no convencionales, como el hidrógeno verde que producen en Cartagena y el de biogás, y fortalecerá su programa de financiación no bancaria Brilla con la emisión de bonos sociales por $540 mil millones con la Corporación Financiera Internacional, vehículo del Banco Mundial, lo que constituye un hecho inédito en Colombia. Además, socializará con autoridades departamentales los resultados del IMPE, su Índice Multidimensional de Pobreza Energética, una herramienta diferencial que permite focalizar esfuerzos para aumentar el número de hogares conectados a energía eléctrica y gas natural.