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Agoniza la entrevista. Yimmi Chará aumenta su capacidad de síntesis para acelerar su partida e ir en busca de su travieso hijo, Juan Pablo, de solo 3 años de edad, que con su cabello ensortijado, al estilo de Juan Guillermo Cuadrado, se mueve, corre y brinca de un lado al otro en la zona mixta, como con afán de marcharse ya del estadio Metropolitano Roberto Meléndez.

También hay cansancio y comprensibles ganas de salir de Chará. Ya son las 10 de la noche del miércoles. Acaba de jugar los 90 minutos del partido que Junior le ganó 1-0 a Patriotas, que significó el paso a la final de la Copa Águila.

Un día después de haber estado con la Selección Colombia en Lima, jugando unos minutos en el empate 1-1 ante Perú y celebrando la clasificación al Mundial Rusia-2018, el vallecaucano llegó en la mañana a Barranquilla, junto con su socio en la cancha, Teófilo Gutiérrez, y ya en la noche se encontraban de vuelta en la cancha, guiando a los tiburones con su habilidad, calidad y sacrificio.

'La verdad es que estamos haciendo un esfuerzo muy grande, los muchachos venían de jugar un partido intenso en Tunja (la ida ante Patriotas) y se notó el cansancio, la idea era que nosotros (Teo y él) pudiéramos tener algunos minutos, no tantos, pero se logró un resultado importante', manifestó Chará ante la nube de micrófonos, grabadoras y cámaras de la que solo lo separaba una valla metálica.

Chará, que fue una de las principales figuras del juego, sobre todo en el primer tiempo, cuando menos sintió el trajín de las últimas 24 horas, se perfilaba para retirarse y montarse al bus de Junior cuando una pregunta de EL HERALDO lo detuvo, lo hizo abrir los ojos, sonreír un poco y aplazar un instante más sus intenciones de decir adiós.

-¿Junior le cambió la vida?

-¿A quién?

- A usted.

- Je. Siempre, llegar a estos equipos cambia la vida.

Yimmi Chará siempre fue un jugador destacado del fútbol colombiano y desde su debut en el Deportes Tolima comenzó a ganarse un nombre, pero a pesar de sus grandes actuaciones con los ‘Pijaos’, después en el Atlético Nacional y más tarde en el balompié mexicano, donde sonaba mucho menos, nunca tuvo el perfil tan alto como ahora que se vistió de rojiblanco y en todas partes del país lo piden (exigen) para la Selección Colombia.

Su llegada a Junior por 4 millones y medio de dólares, procedente del Monterrey de México, no se convirtió en un paso atrás en su carrera, como consideraron muchos por dejar el fútbol del exterior para retornar al criollo, al contrario, se valorizó mucho más como futbolista. Su rendimiento con la rojiblanca encandiló, se hizo notorio para el técnico del combinado patrio, José Pékerman, y ahora sueña con asistir al Mundial Rusia-2018, algo que no parece tan lejano como hace unos meses antes de incorporarse a los tiburones.

'Se le está apuntando a eso, esperemos poder seguir de esta manera', dijo Chará amable y humilde, antes de agarrar a su hijo de la mano y buscar la salida hacia el parqueadero del estadio.

A su brillo y perfecta adaptación futbolística a Junior, al entorno de la ciudad, a la gente, al clima y a las costumbres, Chará sumó ayer una buena nueva: el nacimiento de Mariana, su hija barranquillera (ver nota aparte). Otra situación que le cambiará positivamente la vida.