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El triunfo ante Bolivia no solo sirvió para que Colombia se clasificara a su sexta Copa del Mundo, sino también para que un delantero resistido se reivindicara con la afición tricolor y tuviera su propia revancha.

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Jhon Córdoba tuvo que esperar hasta este último partido en Barranquilla para sacudirse, para decir presente, para responder con goles a la confianza irrestricta del técnico Néstor Lorenzo, para silenciar las críticas y para poner a celebrar a sus contradictores.

Lorenzo le volvió a dar el espaldarazo y, por encima del clamor enfermizo de una afición que pedía a Dayro Moreno -de 40 años- de titular, decidió usar nuevamente Córdoba, que llegó a esta convocatoria en muy buen momento, anotando goles en la liga rusa, donde se destaca desde hace tiempo.

Los primeros minutos no fueron fácil. Dos fallos, uno más grande que el otro, parecían comerse la moral de un goleador resistido. La afición fue implacable y al minuto 25 ya pedía con fuerza el ingreso de Dayro, una afrenta contra un delantero que luchaba contra el tiempo para decir presente.

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Córdoba no se rindió, luchó y luchó como si en juego hubiera algo más que una clasificación, que un triunfo. Y sí, en juego estaba su honor. Entre más los hinchas gritaba Dayro más corría, más metía, más intentaba mostrarse.

Colombia perdió un poco el control del juego y eso perjudicó su andar, porque dejó de recibir pelotas de gol. Hasta que llegó el momento deseado, su momento.

Cuando más se habían intensificado los gritos de Dayro y ya el DT Néstor Lorenzo miraba de reojo al goleador del Onca Caldas, apareció Jhon Córdoba para sacarse la ‘mufa’ y romperlo todo.

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Recibió un balón por el costado derecho, corrió como si no hubiera un fin y cuando quedó en posición de gol sacó un latigazo que por poco perfora la red boliviana. ¡Golazo en letras mayúsculas!

Córdoba se quitó la camisa, corrió desesperado a un costado de la cancha y gritó su gol, una y otra vez, con furia, con fuerzas, con ganas. Era su revancha, el momento que tanto esperó, una reconciliación que redondeó con una afición que gritó el gol con la misma intensidad.

Lorenzo, en el banco, también lo gritó con furia. Se abrazó con sus asistentes y respiró. Había ganado una batalla personal, una batalla por la que tanto lo habían criticado.

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Con el gol, llegó la calma y con ella el cambio. Córdoba salió para darle paso a Dayro, pero ya la sensación era otra, la de un delantero que luchó contra sus propios fantasmas para anotar uno de los goles que lleva a Colombia al Mundial 2026.

X: @wigoSports