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Había erupción de felicidad. Jair Camargo era un volcán de entusiasmo que bailaba, saltaba, abrazaba y hablaba repleto de dicha. Nada apagaba su emoción, ni siquiera el baldado de agua fría que le lanzaron sus compañeros en medio de una entrevista con EL HERALDO.

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El barranquillero, que el año pasado cumplió el sueño de llegar a jugar en las Grandes Ligas y conectar su primer jonrón con los Mellizos de Minnesota, no tomó como un logro menor el coronarse campeón con Caimanes de la Liga Profesional de Béisbol Colombiano.

Aunque vivir la experiencia de actuar en Las Mayores es lo que todo pelotero aspira, levantar un título con el equipo de su tierra, ante su gente, su familia y sus amigos, tiene un sabor demasiado especial.

“Creo que es una bendición para mí. El hecho es que regresé a mi casa, sobre todo después de haber jugado en las Grandes Ligas. Para mí es un orgullo, es un honor, es una bendición de Dios grandísima jugar frente a mi familia. Mucha gente me decía que no era necesario, pero yo entendía que tenía una deuda con la gente que me vio crecer desde niño, con esa gente que me apoyó desde que estaba pequeño, que quizás me vio antes a un buen nivel, pero verme ahora como un grandesligas es diferente, y el hecho de quedar campeón… creo que regresé a la casa de una manera increíble”, comentó Camargo en diálogo con EL HERALDO, minutos antes que sus camaradas le dieran el baño de gloria.

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La fuerte rivalidad deportiva que surgió entre Caimanes y Vaqueros durante esta serie final, que estuvo muy cerca del equipo monteriano (alcanzó a tener ventaja de 3-1), también le da un dulce sabor al título nacional 14.

“Despertaron una bestia, no solamente en mí, sino en el equipo. El hecho de que el roster, como familia, se uniera, pusiera a Dios primero y quedara campeón, es una bendición de Dios”, resaltó el receptor currambero de 25 años de edad.

“Somos tan familia que yo estaba dispuesto a coger todos esos pelotazos, porque yo entendía que esta familia no me iba a dejar a mí solo, y que íbamos a despertar a la bestia, y eso fue lo que pasó. Así que las veces que sea necesario coger un pelotazo por los Caimanes, por Barranquilla y por esta familia, los cogeré sin problema. Muchas veces tiene que ser alguien el que se sacrifique, me tocó a mí, y la verdad es que es una bendición grandísima levantar el trofeo y ponerme esta camisa”, dijo Camargo, haciendo alusión a los intentos de agresión que afrontó en los duelos en la capital de Córdoba, y señalando el mensaje que tenía su camiseta de celebración del título 14: “A los campeones no se les subestima”.

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Cada vez que el cátcher de los Mellizos llegaba a la caja de bateo, la voz del estadio Édgar Rentería lo presentaba efusivamente: “¡Turno al bate para el big leaguer barranquillero!.... ¡Jaiiiiiirrr Caaaamargoooo!”.

“Un orgullo. La verdad que el primer turno cuando pasó eso, se me pararon los pelos. Obviamente, las emociones aprendí a controlarlas un poquito, el tema de respirar y todo eso, pero para nadie es un secreto que en esos momentos se te vienen muchos recuerdos a tu memoria”, admitió Camargo, que estuvo jugando con los Tigres de Licey, en República Dominicana, de forma destacada, antes de integrarse a los ‘Saurios’.

“Recuerdo cuando estaba en el antiguo Tomas Arrieta, en el VIP, me sentaba en el bullpen y hablaba con los muchachos, porque teníamos mucha cercanía. Gracias a Dios ya llevo varios títulos, pero este es muy especial, sobre todo porque venimos de un 3-1, después de habernos festejado en la cara. Ganarlo de esta manera que lo ganamos no tiene precio, por eso dije: ‘esto me lo voy a disfrutar como nunca’”.

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A Jair le sorprendió gratamente el respaldo de los seguidores de Caimanes en la final y disfrutó el ambiente que se vivió en las tribunas del Édgar Rentería. “Se hicieron sentir”, apuntó. Con esa buena energía descansará unos días, no podrá participar en la Serie de las Américas en Nicaragua por disposición de Mellizos de Minnesota, y luego se presentará en la pretemporada en Estados Unidos para seguir dándole con todo al desafío de las Grandes Ligas.

“Pedirle al Señor que me mantenga saludable, que me dé mucha salud, tratar de trabajar de la misma manera y salir para el spring training a competir. Si Dios me mantiene en salud y me sigue abriendo puertas, espero poder enorgullecer a Barranquilla. Al final del día yo no juego solamente para mí, juego para mi familia, para mi ciudad, para mi país”, puntualizó.