Pachito era una ‘joyita’. No se quedaba quieto. De poco y nada servía que lo regañaran y castigaran con la prohibición de salir de la casa. Hallaba la manera de escaparse y perderse por un largo rato de la custodia de sus padres.
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‘Yo era una calilla’, dice Francisco Jaramillo Camacho con total franqueza y desparpajo, sin sonrojarse. ‘Me volaba y me iba para la calle. Mi mamá salía a preguntar a los vecinos: ‘¿Pacho dónde está?’. Y le decían: ‘lo vi por allá por el estadio’. Yo andaba lejísimos de la casa’, agrega.
Aquel niño tremendo, que apenas tenía 10 años de edad y ya estresaba a sus progenitores, ahora es un joven de 18 calendarios, disciplinado y dedicado de lleno al ciclismo, donde es doble subcampeón mundial junior en la prueba de keirin (Tel Aviv-2022 y Cali-2023), entre otros logros.
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‘Mi mamá me dice muy sinceramente: ‘yo a veces pensaba: ¿Pachito en qué irá a quedar? Pachito es muy grosero, Pachito se nos vuela’.
Pachito esto, Pachito lo otro… tantas travesuras no daban buen augurio. ‘‘Estuvieras por ahí en la banda de los junioristas o algo así’, me ha dicho ella’, añade el pedalista.
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Suena jocoso por la manera espontánea y currambera en que Francisco cuenta la historia, pero… ‘no, en serio, en serio’, aclara.
‘Es algo que aquí da risa, pero quizá otro niño sí esté viviendo eso ahora’, dice tratando de evitar que se vuelva cómica la esencia de lo que expresa.

LA TRANSFORMACIÓN
El cambio extremo de Francisco empezó a rodar en el velódromo. No había rumbo fijo hasta que toda su energía e inquietud las canalizó a través de los manubrios y los pedales de una bicicleta.
Llegar a ese escenario y a las manos de Ricardo Moreno Movilla, gracias a la recomendación de un amigo, le ayudó a Pacho a darle un giro a su vida.
Bajo la orientación de Moreno Movilla, ex ciclista de 38 años, Jaramillo y otros jóvenes se han convertido en campeones nacionales, panamericanos y hasta mundiales. Con su pasión y liderazgo, ‘Richard’ ha logrado sembrar un semillero de pedalistas que viene germinando y dando abundantes y jugosos frutos para la ciudad y todo el Atlántico.
Cristian Ortega, Miguel Jaramillo (hermano de Francisco), Marianis Salazar, Luna Álvarez, Nicolás Olivera, Mariana Pérez, Moisés López, Sebastián Trujillo, Zaray Gómez, Nicolle García, Camila Pamplona, Carol Ramírez, Marta Ojeda, Anderson Parra, Angie Roa, Diego Peña y Valentina García, entre otros, son los nombres que se han venido forjando con quien es entrenador del FX Cycling Team y seleccionador departamental en velocidad de la Liga de Ciclismo del Atlántico.
“Una de las más grandes satisfacciones que he tenido yo es ver a los muchachos en los campeonatos del mundo. Siempre he querido que mis corredores estén en una cita orbital. El ver a Christian Ortega ahora tratando de clasificar a unos Juegos Olímpicos, lo llena a uno de mucha satisfacción, ver en dónde comenzamos y dónde están ellos ubicados actualmente”, dice repleto de orgullo.

UN PROCESO
Detrás del éxito de todos esos chicos en las diferentes competiciones, está un enorme y plausible proceso formativo que Ricardo emprendió desde 2010.
“Yo fui ciclista y soy director deportivo nivel 3 de la Federación Colombiana de Ciclismo y la Real Academia Española de Ciclismo, y sigo capacitándose y formándome”, apunta Moreno Movilla, que también entrena virtualmente a varios ciclistas de otros países que confían en su experiencia y amplios conocimientos.
Este ingeniero químico de la Universidad del Atlántico, que “tiene el diploma lleno de polvo”, como le dice su madre, es uno de esos silenciosos, pero valiosos personajes que le ponen el alma al deporte y a sus pupilos para formar triunfadores en la pista y, principalmente, en la vida.
“En el club FX tenemos becados a unos niños, que no alcanzan a pagar la mensualidad porque son niños de escasos recursos y que se encuentran en situación vulnerable. Siempre será mejor tenerlos aquí ocupados, haciendo deporte, que en la calle haciendo cualquier otra cosa. Acá, en su formación, ellos adquieren esa disciplina que después, cuando ya están en la calle (en el mundo laboral), le agradecen a uno. Algunos ya tienen sus pequeñas microempresas. Muchachos que pasaron por las manos de uno siempre se acercan a darme las gracias porque, si bien no llegaron a ser deportistas de renombre, al menos adquirieron el compromiso y la disciplina que hoy los tiene siendo grandes (en otros campos)”, cuenta con satisfacción.
Después de bajarse del caballito de acero, con el cual representó al departamento entre 2002 y 2009, Ricardo decidió montarse en la difícil tarea de demostrar que en la tierra donde se respira Junior y fútbol también crecen pisteros con talento de talla mundial. Y no le ha quedado grande la misión a pesar un velódromo deteriorado y otras adversidades.
“Lo más bonito que tiene esta actividad es poder ayudar a los muchachos a materializar sus sueños deportivos, ayudarlos a que sean grandes exponentes del ciclismo de pista en el departamento, la región y en nuestro país Colombia”, considera Ricardo.
“Lo más complejo es poder mostrarle a la gente y a todo el mundo que aquí, verdaderamente, sí se pueden sacar deportistas, ya que culturalmente el ciclismo no es un deporte netamente costeño, es un deporte más popular en el interior, acá es más fútbol, béisbol, baloncesto… entonces, hacer que los niños y sus familias se enamoren de este deporte y que puedan invertir en el proceso de sus hijos, ha sido una de las cosas más difíciles”, agrega.

EL RECONOCIMIENTO DE SUS PUPILOS
Además de las ciencias aplicadas al deporte, Ricardo le agrega todo el empeño y el corazón a lo que hace. “El compromiso y apoyo que tengo con mis deportistas es el que nunca tuve para mí”.
Eso es algo que valoran mucho los padres, que son fundamentales en todo este proceso integral, y los propios deportistas.
“Ricardo es un pilar muy importante, es esa persona que cuando yo no puedo, es ese impulso, ese soporte, la persona que ha estado ahí incondicionalmente. Es increíble como persona y entrenador. Saca lo mejor de ti, de cada uno de los deportistas. Todas las medallas que tengo y todo este semillero de ciclistas internacionales que tiene el Atlántico son gracias a él, a su pasión y a su entrega. Le debo todo esto a él”, reconoció Nicolás Olivera Madrid, quien a mediados de marzo se colgó cuatro medallas de oro en el Campeonato Nacional Prejuvenil y Juvenil de Pista y Ruta, en Bucaramanga.
“Siempre busca sacar lo mejor de nosotros a nivel físico y a nivel mental”, ratifica Luna Álvarez Bula, otra de las campeonas forjadas por Moreno.

“Ha sido mi pilar, siempre ha acompañado mi proceso. La primera vez que me monté en una bici de pista fue junto a él. Le tengo mucho aprecio. Casi siempre usan la palabra secreto, pero para mí no hay ningún secreto, todo está basado en la disciplina, en la planificación de los entrenamientos y en hacer las cosas con amor”, comentó Mariana Pérez Polo, una promisoria figura del pedalismo local y colombiano.
Moreno cree que “el alto rendimiento es una rama del deporte ingrata”, y varias veces le han dado ganas de tirar la toalla (“no todos los días uno se levanta con el mismo ánimo”, dice), pero el legado que quiere dejar a la ciudad y a sus pupilos lo mantiene atado a su eterna pasión.

Por eso deja pasar las tentadoras posibilidades laborales que le han surgido como ingeniero químico a través familiares y amigos. Quizás tendría mejores ingresos, pero no la misma satisfacción y orgullo que le generan pupilos como ‘Pachito’ Jaramillo, quien enderezó notablemente su andar.
“Mi mamá y mi papá sienten que gracias al deporte yo cambié muchas cuestiones. Si no, ¿quién sabe? Hubiera seguido por el camino de la maldad. Aquí en Barranquilla se ve mucho eso, muchos niños que caen en esas tentaciones. El ciclismo sí me cambió la vida”, afirma Jaramillo.
