Día del Niño: las tres niñas María del Voleibol | Samantha Camargo, Sofía Arcos y Shayra Peralta

Una pelota sin aire le observaba desde la zona de saque. Irónico fue cómo se quedó sin motivación, desinflada en el rincón, entre los tiempos muertos del juego. Parecía agradecida luego de ser recogida y puesta en la cesta por una pequeña de 10 años que dudaba de su utilidad '¿de qué me sirve un balón triste y sin sueños?', pensó.

Con frío se sintió la elástica y esférica pelota tras la presión del aire que atravesaba su cuero por momentos. La sensación de estar inflada empezó a pesar cuando la lanzaron de vuelta a la cancha vieja del colegio y, entonces, en pendiente por el aire, se estrelló de ‘zopetón’ con las delgadas y menudas manos de Shayra Peralta.

El balón, que paradójicamente le temía a las alturas, sintió vértigo en el aire. Sacado por Shayra, se dejaba llevar paciente por el viento, esperando contar con la suerte de no golpear directo con el duro y sucio suelo. Samantha lo recibió con un golpe bajo de antebrazos y, con las mismas, rebotó hasta Sofía quien la esperó con un golpe de dedos. Así fue la primera fase del juego.

La IED Marie Poussepin, mejor conocida como 'María hace pan' por la gente del común, ha sido la casa de estas tres pequeñas desde que aprenderse los números del 1 al 100 era su principal preocupación. Hoy día, luego de casi cinco años formándose en el colegio, podría decirse que tienen todas las aptitudes de María, madre de Jesús, en su momento más prematuro. O, como diría la directora Rubi Barreneche, son niñas que gozan de los tres valores esenciales de la Presentación: piedad, sencillez y trabajo.

A este lema, que vive impregnado debajo de los poros de los pelos de la piel, solo le agregaría la felicidad que brotan las tres niñas Marías, en este caso Shayra, Samantha y Sofía, en el equipo de voleibol del profesor de educación física del colegio, Kike Ruiz.

—¡Ponte allá para que me la puedas pasar alto y yo hacer un remate!— gritó Samantha a su compañera, emocionada por haberse perdido parte de la clase de matemáticas para ir a la cancha a ser entrevistada sobre su deporte favorito.

—¡Samantha por favoooor, le puedes pegar a alguien!— le respondió Shayra con un tono de madurez inexplicable.

La segunda fase de lo que era un juego amistoso de pasar el balón sin malla continuaba divirtiéndolas y haciéndolas reír a carcajadas. Pero, además, las tres se esforzaban por mejorar sus técnicas de juego en cada toque de balón.

'Tienen un talento innato y están muy enamoradas del voleibol', señaló Kike Ruiz sobre las tres niñas, a quienes ve como promesas femeninas del deporte.

'Ellas han participado en festivales que he organizado aquí en el colegio, con el colegio Británico, el Buen Consejo y con algunas academias de voleibol de la ciudad. Han adquirido experiencia en estos formatos de mini voleibol para que cuando ya pasen a la categoría infantil y la exigencia sea más dura, entonces estén mejor preparadas', explicó el profesor con la serenidad de la labor cumplida.

A Samantha le quedó gustando el voleibol luego de que su papá le enseñó a jugar. Este le hizo una malla en casa hace poco menos de dos años y, desde entonces, practica con él todos los domingos y festivos.

'El voleibol es mi deporte favorito, pero también tengo otro que es la natación. Mi papá me enseñó en una piscina que fuimos en un paseo que nos invitaron mi tía y ahí mi papá me enseñó a nadar', expresó Samantha mientras se acomodaba sus redondas gafas de aumento.

Y, como si fuera poco, le gusta también el ping pong y el arte. 'Me gusta hablar, me gusta nadar, me gusta el voleibol, me gusta pintar, me gusta jugar ping pong y jugar futbol', enumeró la pequeña de ojos gigantes.

A Samantha se le da muy bien la expresión oral, el arte y la pintura, pero se piensa como una deportista de voleibol profesional. Asimismo, considera que socializar sus gustos le ha permitido tener la oportunidad de acceder a ellos y ser feliz.

'A todos los niños del mundo les invito a que ellos también digan su deporte favorito para que lleguen a ser profesionales en este y sean grandes jugadores', señaló con una sabiduría precoz.

Shayra tiene una luz en los ojos que es difícil de describir. Cuando habla, se expresa como si su alma hubiese vivido 99 años y reencarnado, de repente, en el cuerpo de una niña de 10. Su manera de pensar y sonreír con serenidad podría calmar hasta el ansioso más irremediable y reconfortar un corazón roto.

'Yo soy una niña que desde cuarto empecé a ver a jugar a mi hermana. Yo la veía jugando en torneos e intercolegiales y me inspiró. Y entonces inicié a intentar desde pequeña, desde que tenía nueve años que estaba en cuarto, le pregunté que si podía aprender con ella y ella me enseñó varias cosas de voleibol', relata Shayra con apenas 10 años.

Agregó que: 'luego entré e impresioné al profe. Ahora mi hermana está en Preicfes y hay veces en que no puede jugar. Pero yo estoy aquí en su representación'.

Shayra tiene dos hermanas de nombre casi que igual: Sheily y Shanon. También tiene dos perritos que se llaman Benji y Bonita, y una cotorra que responde a la nada creativa palabra de ‘Coto’.

'Mi sueño es salir adelante en el voleibol y salir también adelante con mis estudios para ya mayor ser alguien en la vida', destacó con serenidad.

'A los niños en el Día del Niño solo tengo por decirles que pasen un buen día, porque ese es su día, y que si les apasiona algún deporte que lo practiquen y así pueden salir adelante', señaló en medio de una amplia sonrisa.

Sofía es una de esas niñas que puede hacer amigos en segundos. Es una pequeña extrovertida, amable, que goza de una picardía en la mirada casi que envidiable.

'Practico voleibol hace año y tres meses. Llevo los meses contaditos porque en mi casa ya estaba practicando antes de empezar el año escolar. Normalmente los sábados practico voleibol y todos los días una hora, en el recreo', detalla.

Todos los días Sofía trabaja en construir su sueño de ser deportista de voleibol profesional al practicar en sus recesos y en cada tiempo libre que encuentre.

'Gracias al profesor Kike he aprendido lo que sé hasta el momento. El proceso de aprendizaje ha sido un poco duro primero que todo por las madrugadas que me pegaba los sábados, porque yo nunca he estado acostumbrada a levantarme temprano, y a veces sudaba mucho y eso me molestaba también', se sinceró.

'Lo bonito del voleibol es el compartir con las demás personas, conocer pensamientos diferentes y ver los errores que tenemos cada uno. Siento que he mejorado en el golpe de dedo, por ejemplo. A mí antes no me salía nada, nada, nada. También en el voleibol he hecho más amigas, he compartido con más personas con las que he podido conectar y ser', explicó Sofía como toda una niña llena de conciencia por su proceso Deportivo.

Finalmente, expresó que los sueños son lo más importante de la vida y que nunca se debe dejar de luchar por obtenerlos.