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Desde que arribó a Barranquilla, fueron cinco años en los que Luis Quiñones pasó un sinnúmero de necesidades con el fin de lograr un espacio en la noche soñada, en la gran velada, que para él era el logro más grande de su carrera, por lo que tanto se había esforzado.

No fue muy confortable dormir en el piso de un gimnasio por muchas noches, pero eso no era impedimento para soñar con ser campeón nacional de boxeo. Ilusión que se extendía durante todas las jornadas de entrenamiento, en las que miraba de reojo a su amigo, quien contra toda voluntad le acercó a la muerte.

A las 11:30 de la noche del jueves, se confirmó la muerte de Quiñones en la Clínica General del Norte. El pugilista de Barrancabermeja se despedía de este mundo elevándose junto a las oraciones y plegarias de sus familiares y amigos, quienes estaban a las afueras del recinto médico aferrados a un milagro.