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No hay mucho espacio para el factor sorpresa desde lo táctico en el reencuentro de Liverpool y Real Madrid en una final de la Liga de Campeones. Los onces tan definidos como los dibujos de dos equipos amparados en el 4-3-3 como sistema de cabecera, que Carlo Ancelotti modifica en fase defensiva con un cuarto centrocampista en citas de grandeza, para aumentar la protección con la entrada del uruguayo Fede Valverde.

'Lo más importante para mí son las características de los jugadores, tú no puedes presionar arriba con un jugador gordo jugando en punta', bromea Ancelotti, ajeno a la presión de una gran final, a la cita con la historia, a la oportunidad de conquistar su cuarta Liga de Campeones y convertirse en el técnico más laureado de Europa.

Bajo la broma, que rebaja tensión en su entorno y la plantilla, se esconde una realidad. La idea que tenía de un sistema intocable, no es válida en el fútbol actual. Debes adaptarte a las virtudes del rival, pero sobre todo a las propias de tu plantilla. Enterró los cuatro centrocampistas tras el primer golpe del curso en casa del Espanyol. Desterró el bloque bajo con la pobre imagen en el Parque de los Príncipes en la ida de octavos de final de 'Champions' ante el PSG. Ni un disparo a puerta, un descrédito inaceptable para 'Carletto'.