Matusalén es el personaje más longevo en la Biblia, con 969 años vividos, pero Helmut Bellingrodt cree que más viejo es el rifle con el que dio a Colombia la primera medalla olímpica.
Bellingrodt, de madre y abuelos alemanes, conquistó la medalla de plata en la modalidad de tiro al jabalí el 1 de septiembre de 1972, durante los Juegos Olímpicos de Múnich.
Más viejas, pero no como la existencia de Matusalén, el octavo patriarca del Antiguo Testamento, son las otras armas que usó en los mundiales de Phoenix, en 1970, y los siguientes torneos que le abrieron las puertas a los Juegos disputados hace 50 años.
'En 1970 utilicé un arma un poco obsoleta. Quedé el octavo con todo y eso, pero me hice a otra arma, también vieja, que no era de esa modalidad, pero que mi padre me acondicionó artesanalmente para que pudiera elevar la técnica', recordó en una entrevista con Efe el tirador colombiano, que el 10 de julio cumplirá 72 años.
Además de viejas y antirreglamentarias, las armas eran exóticas.
'Llegué en el 72 a Múnich y la gente se reía porque tenía un arma con un cañón muy largo, porque mi padre tenía el concepto de que era mejor con un cañón muy largo y con peso adelante. Me miraban raro', dijo el jefe de misión de Colombia en los Olímpicos de Tokio.
Pioneros
Al igual que, sin una preparación específica, Helmut, su padre, Ernesto Antonio, y sus hermanos Hans Peter y Hors fueron unos adelantados a su tiempo en la adaptación del material deportivo, la preparación psicológica para los torneos y hasta la visualización de las competiciones.
'Muchos dirigentes no le ponen atención a la parte psicológica y es una cuestión muy importante en cualquier actividad humana', destacó el doble subcampeón olímpico.
'Sin decir nombres, recuerdo que en 1972 llegamos al estadio olímpico de Múnich el día de la inauguración y alguno se quedó con la boca abierta viendo el escenario deportivo. Era un futbolista. ¿Qué hizo la selección de Colombia? Nada, porque psicológicamente no estaban preparados. Se sentían pequeñitos ante tanta majestuosidad, ante tanta proyección moderna que había en ese escenario', relató.
'En el desarrollo final de una competencia, la parte psicológica es un ochenta por ciento. El veinte por ciento es la técnica, que uno no va a aprender en ese momento', explicó.
El trabajo psicológico, a su juicio, debe tener una continuidad.
'El psicólogo -explicó- no es para el partido. Tiene que estar uno y dos años antes, conociendo al deportista para saber cómo le va a decir lo que tiene que hacer. Porque a unos hay que hablarles con tono fuerte y a otras lo contrario porque se deprimen'.
Para el hombre que ganó otra medalla olímpica de plata en los Juegos de Los Ángeles'84 los 'milagros no existen', al menos en disciplinas como la que le dio reconocimiento y fama.
'El tiro no es un deporte impredecible, es como el atletismo, la natación, las pesas. Es de marcas. Milagros no existen', advirtió.
En un mundo sin internet ni redes sociales o información en línea, los Bellingrodt debieron innovar en la preparación para competir en escenarios lejanos y contra rivales desconocidos.
'Mi padre tenía un gran amigo en Fráncfort y en una época en la que había que ir al correo y esperar las cartas durante días, le pidió que fuera a Múnich e hiciese unas fotos del campo de tiro, que ya estaba listo año y medio antes de los Juegos. Tomó las fotos, las envió, mi padre encargó unas ampliaciones y cuando íbamos a entrenar nos ponía las fotos enfrente para que nos metiéramos en la cabeza y nos imagináramos que estábamos en ese sitio', reveló Bellingrodt.
'El cambio era pavoroso porque las canchas de tiro aquí en ese momento eran en el monte, de tierra. Allá era de grama artificial, otra cosa, y ello nos ayudó realmente porque ya habíamos estado disparando en ese sitio', precisó.
Y una vez más se impusieron el sentido común y los métodos empíricos de preparación de Ernesto Antonio Bellingrodt Ortega, quien tantas veces pidió a Helmut: 'Hijo, tú no mires al resto, algún día el resto te mirará a ti'.
'Cuando quedé segundo, los fabricantes de las armas alemanas me regalaron unas para que las probara. Eran específicas para la modalidad, y las mejores. También cambié de munición, porque utilizaba una que no era la apropiada. Así comenzamos a cambiar la técnica. Pero mi padre me ayudó mucho con la parte psicológica', reconoció emocionado.
Política, solo si es buena
Por haberlo vivido en carne propia, Bellingrodt, que no pudo acudir a los Juegos de Moscú'80 debido al boicot decretado por un bloque de países liderado por Estados Unidos, está convencido de que es estéril la polémica política en torno a los Juegos de invierno que se disputan estos días en Pekín.
'El perjudicado de los boicots es el deportista, que no tiene culpa ninguna', afirmó. 'La esencia de un atleta es el desarrollo de su actividad deportiva y no tiene que ver con que sus dirigentes tengan cuestiones diplomáticas, políticas, fronterizas, de religión... Claro que existen, pero en el deporte no debe haber esas diferencias'.
'En los Juegos uno se da cuenta de la camaradería que existe entre los atletas de todo el mundo'. Por eso, no cree 'que llegue a nada' ni afecte a los Juegos de Pekín el boicot diplomático declarado también por iniciativa de la administración estadounidense.
'No es bueno que en el deporte exista alguna injerencia política, pero sí que el deporte sea parte importante de la misión de un gobierno. Que se convierta en un plan, como ocurre con la salud o el empleo', consideró quien también es asesor deportivo del Atlántico.
Ni el rol que ejerce desde un despacho, ni el medio siglo que está por cumplirse desde la conquista de la primera medalla olímpica de Colombia han impedido a Bellingrodt desempolvar de vez en cuando el rifle que provocó risas, por el que lo miraban raro en Múnich, pero con el que acertó 565 puntos sobre 600.
'Lo uso de vez en cuando, esporádicamente. Voy al club de tiro y hago diez, quince tiritos. Y sigue preciso, viejo, más que Matusalén, pero preciso', garantizó.