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La llama tricolor (azul, roja y verde) del movimiento paralímpico iluminó el cielo de Tokio durante la ceremonia de apertura de unos Juegos que no cuentan con la participación de deportistas afganos, homenajeados en la gala, pero sí con un equipo de refugiados que abrió un desfile que contó con la presencia de 162 países.

Sin público en el estadio por las estrictas medidas de seguridad para hacer frente a la pandemia de la covid-19, los pocos asistentes a la ceremonia pudieron disfrutar de una historia desarrollada en un aeropuerto y con las alas de los aviones como protagonistas, como metáfora del impulso que mueve a los deportistas con discapacidad a cosechar éxitos extraordinarios en sus vidas.

La bandera nacional japonesa, que lució durante toda la gala en un lugar privilegiado cerca del pebetero, fue llevada hacia el centro del estadio por seis destacados deportistas paralímpicos (Miki Matheson, Mineho Ozaki Taiyo Imai, Erina Yuguchi, Kaori Icho y Lucha Takumi Asatani) al compás de la melodía de piano de Nobuyuki Tsujii, un joven pianista ciego que ya ha actuado en el Carnegie Hall de Nueva York. Después, Hirari Sato fue la encargada de poner voz al himno japonés.

Ese momento musical dio paso a la entrada en escena de una hélice gigante que fue enviando globos rojos, verdes y azules desde tres direcciones, mientras unos bailarines de danza contemporánea, dirigidos por Kaiji Moriyama, se movían con las ráfagas de viento.

378 fuegos artificiales, también de tres colores, cambiaron la sintonía del guión a la electrónica para empezar el desfile de los 162 países participantes en estos Juegos, tres más que en Río de Janeiro, incluidos Paraguay, Bután, Maldivas y las islas caribeñas de Granada y San Vicente y las Granadinas, que debutan en el mayor evento mundial del deporte de personas con discapacidad.

Los primeros en desfilar fueron los seis integrantes del equipo de refugiados, el nadador afgano Abbas Karimi, tres sirios (el nadador Ibrahim Al Hussein, la lanzadora Alia Issa y el piragüista Anas Al Khalifa), el taekwondista de Burundi Parfait Hakizimana y el lanzador de disco iraní Shahrad Nasajpour.

La delegación afgana, que no pudo estar presente en Tokio debido a la crisis migratoria y política que está sufriendo el país tras la llegada de los talibanes a la capital, Kabul, no cayó en el olvido. El Comité Paralímpico Internacional quiso tenerlos presentes luciendo su bandera en señal de solidaridad con sus deportistas y un voluntario fue el encargado de desfilar con ella.

Esa explosión de color que supuso el desfile siguió con otra en la que varios artistas disfrazados se dejaron llevar por el movimiento de la escenografía realizada por Yohei Taneda, director de arte de la película ‘El mundo secreto de Arriety’ y que ha trabajado con el estudio Ghibli.

Los discursos institucionales los abrió Seiko Hashimoto, presidenta del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, que puso en valor el protagonismo de Tokio como la primera ciudad de la historia que celebra dos veces estos Juegos tras hacerlo por primera vez en 1964.

'La anterior vez trajo un desarrollo de los deportes para personas con discapacidad, mientras aceleraba su independencia y participación social. Ahora, tenemos la misión de cambiar el futuro del mundo con la fuerza de los deportistas para una sociedad de convivencia donde la gente pueda estar sin ningún obstáculo', confesó.

Andrew Parsons, presidente del Comité Paralímpico Español, quiso dar las 'gracias a todos los deportistas por el esfuerzo realizado para estar' en Tokio, en unos Juegos que calificó de 'seguros por los protocolos decretados' por el Comité Organizador.

'Nosotros tenemos el honor de celebrar unos Juegos que cambiarán la percepción de las personas con discapacidad porque queremos cambiar esa percepción que aún existe en muchas partes del mundo hacía este colectivo que representa al 15% de la sociedad', confesó.

'Los deportistas paralímpicos representan lo mejor de la humanidad y tú, deportista, debes ser el único que debe decidir lo que quieres ser', subrayó.

Las guitarras eléctricas también tuvieron su protagonismo en la ceremonia con la actuación de un cuarteto de rock que lideró Tomoyasu Hotei, uno de los guitarristas japoneses más famosos, autor de la canción ‘Battle Without Honor Or Humanity’ para la película 'Kill Bill' de Quentin Tarantino.

El broche final lo puso el encendido del pebetero. Kuniko Obinata, triple medallista en esquí alpino, Takeuchi Mashiko, exjugador de tenis de mesa y medallista de oro en Tokio'64, y Mayumi Narita, ganadora de quince oros en natación, entraron al estadio portando tres antorchas, que se las dieron a tres ciudadanos anónimos. Éstos, a su vez, se las entregaron a los deportistas paralímpicos Yui Kamichi (tenis), Shunsuke Uchida (boccia) y Karin Morisaki (halterofilia), que fueron los encargados de subir los últimos metros, en sus sillas de ruedas, para encender el pebetero, que iluminó el cielo de Tokio con un chispazo provocado por mil fuegos artificiales.