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Llegó tranquilo, serio y silencioso al plato. Mientras la mayoría de las 52.045 personas que se encontraban en las tribunas del Rangers Ballpark, de Arlington (Texas), se levantaban de sus asientos, hacían ruido, movían pañuelos y pedían ponche a Cliff Lee para cerrar la parte alta de séptima entrada, Édgar Rentería arribaba sereno a su misión, a su nueva cita con la historia, a su idilio con la gloria.

De nuevo su afortunado destino lo ponía frente a frente con la hazaña, como en aquel 26 de octubre de 1997 cuando conectó el hit de oro con el cual los Marlins de Miami dejaron en el campo a los Indios de Cleveland y conquistaron su primer título de Grandes Ligas.     

Era el quinto juego de la Serie Mundial de 2010, que estaba a favor de los Gigantes (3-1). La pizarra se mantenía inmaculada. Se vivía un cerrado duelo de pitcheo entre Lee, por los Rangers, y Tim Lincecum, por San Francisco.

Había dos outs y un par de hombres en circulación. El dominicano Juan Uribe ocupaba la segunda almohadilla y Cody Ross, la tercera. Rentería, con su sosiego y experiencia, vio pasar los dos primeros lanzamientos de Lee, un par de bolas lejos de la zona de strike. 

Con la carabina en el hombro y los ojos alertas, Rentería aguardó el tercer envío de Lee. Una recta cortada de 86.2 millas por hora. Irresistible para hacer swing. El barranquillero impactó la pelota y puso a vibrar millones de gargantas colombianas y la del dominicano Ernesto Jerez, el narrador de Espn: '¡A lo profundoooooooooo! ¡Y noooo, nonononononooooooo! ¡Díganle que no a esa pelota!... ¡Édgar Rentería! ¡De pie Barranquilla! ¡De pie toda Colombia!'.

Finalmente el juego concluyó 3-1 y los Gigantes se coronaron campeones de la mano del ‘Niño’, el Jugador Más Valioso (MVP) de la Serie. Diez años después de esa inolvidable noche, ya con 45 calendarios a cuestas, Rentería cuenta para EL HERALDO sus recuerdos de aquella gesta.