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Su rostro no se ve maltratado, sus uñas lucen un impecable esmalte transparente y su nariz no tiene señales de guerra. A simple vista Shirleidis Orozco Martínez no refleja lo que es, una boxeadora. Su tierna voz se contrapone a la rudeza con la que guantea con uno de sus compañeros en el bloque 18 del estadio Metropolitano Roberto Meléndez.

Bajo la oscuridad, con tres focos que iluminan cada uno de los cuadriláteros donde entrenan los pupilos de Carlos Ramos y con murciélagos desplazándose de un extremo al otro con destino incierto, Shirleidis va aceitando sus nudillos para llegar en óptimas condiciones a la selección Colombia de mayores que participará en el clasificatorio, en Buenos Aires, con miras a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

El estratega cubano Rafael Iznaga, al servicio de la selección, se enamoró de su técnica en los Juegos Nacionales de Bolívar y vio en la pugilista de 19 años un diamante en bruto que puede pulir para que escale lo más alto posible. Tres años antes, en un Campeonato Nacional, Julio Torres Roca, hoy presidente de la Liga de Boxeo del Atlántico, se había percatado de su destreza en el ring.

'Él (Julio Torres) siempre me aconsejó desde que me vio en el torneo que se hizo aquí en Barranquilla hace tres años. Me dijo que no desistiera, que me esforzara, siempre ha estado motivándome pese a que el año pasado Indeportes no nos haya dado recursos para ir a torneos', responde Shirleidis, quien empezó a pelear desde los 12 años en el barrio Camilo Torres de su municipio natal, Polonuevo.

Travesía diaria

De lunes a viernes Shirleidis llega al ‘Coloso de la Ciudadela’ para no restarle gasolina a sus sueños. Diariamente invierte 12 mil pesos para no fallar a la cita. Al salir de su casa toma una mototaxi que le cobra mil pesos, luego se sube a un bus para abandonar su municipio y llegar a Barranquilla. El costo de este transporte es de cuatro mil pesos. De regreso vuelve a invertir cinco mil pesos más y los dos mil que le quedan es para calmar la sed con una botella de agua. Entre ida y vuelta invierte dos horas de su tiempo.

'El momento más duro para mí es salir de mi casa a diario. Pese a todo es algo motivador, hago el esfuerzo porque siento que va a haber recompensa. Yo me esfuerzo y veo que cada día mejoro más. Me esfuerzo para ser mejor persona y para ser una gran deportista. Al principio mi mamá (Mónica Martínez) no quería que yo boxeara, prefería verme en el patinaje o hasta como modelo. Mi tía decía que esto era solo de hombres y mi papá (Manuel Orozco) me ha apoyado desde siempre y es el que costea mis pasajes, las vendas, los zapatos, pero cuando no hay, no vengo a entrenar', expresa la pegadora morena que hace parte de los 69 kilogramos.