Ningún país celebró más un oro que El Salvador. Fue épico, como para escribir un libro. Sin duda, un acontecimiento que se plasmará en la memoria de todos los asistentes en el estadio Lulio González del municipio de Puerto Colombia.
La puntería de Roberto Hernández le dio a la delegación centroamericana su segundo metal dorado en los Juegos de Barranquilla tras el alcanzado por el nadador Marcelo Acosta, en los 400 metros libres.
El estudiante de ciencias jurídicas le puso suspenso a su triunfo. Pese a llevarle cuatro flechas de ventaja al colombiano Camilo Cardona, en la final individual del arco compuesto, Hernández sufrió, pero logró imponerse con un puntaje de 143 a 142.
'Hace cuatro años perdí el oro en la flecha de desempate. Desde ese día trabajé cuatro años intensos para llegar a este momento. No sabes cuánto trabajé hermano. Es indescriptible escuchar mi himno estando tan lejos. Trabajé cuatro años para escuchar esas letras. Esto es de toda mi delegación, del Comité Olímpico de mi país. Gracias a todos y a Barranquilla', dijo emocionado el arquero de 29 calendarios.
En su país su abuela materna Esperanza, de 89 años, tuvo que apagar el televisor porque no aguantó la definición de la medalla de oro. Entre risas, Roberto le comentó el episodio a EL HERALDO.
'Eso me dijeron mis padres que están acá en la tribuna acompañándome. No quería poner a mi abuelita a sufrir, pero este deporte es así'. concluyó.
Nacido en Santa Ana, según él la tierra de los grandes deportistas salvadoreños, Hernández le dedicó el grandioso triunfo a todo su territorio. 'Para mis padres. Para todo El Salvador que está pendiente de mí, les dedico este triunfo'.
Orgullo de papá y mamá
En la tribuna del estadio del municipio porteño José Roberto Hernández y Alba de Hernández vibraron con el triunfo de su retoño. Alba no dejaba de alentar desde la tribuna y cuando su hijo aseguró la medalla, la ubicó en las gradas para darle la señal de victoria.
'Nosotros lo hemos acompañado siempre. Somos los únicos salvadoreños haciendo bulla (risas). Este triunfo es un regalo para todo el país. Nuestro país es pequeño, pero vive el deporte', dijo el padre.
'Esto ha sido sufrido porque uno siempre quiere que gane. Él sale desde las ocho de la mañana y regresa a las 10 de la noche. Sabemos todo el tiempo que él le invierte a esto. También el dinero que hemos puesto porque nuestro país no puede darnos todo. En El Salvador daban este oro como seguro y la presión que él sintió, nosotros también la vivimos. Orgullosos por el hijo que nos tocó', finalizó Alba empuñando la bandera de su país.