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No apostaban ni cinco centavos por su victoria. Mónica Liliana Solano Henao cuenta que en la antesala de su debut como boxeadora profesional, el 9 de abril de 2016 en el MBS Arena, de Potsdam (Alemania), los espectadores la veían con pesar: 'Era algo así como: ayyy, pobrecita'.

Su rostro delicado, de cutis limpio y fresco, sin nariz chata, sin orejas de coliflor y sin ninguna huella de puños, daban una impresión de debilidad. Su cuerpo con medidas de 98, 65 y 105, hacía pensar que esta colombiana de 29 años de edad y 1,78 de estatura se encontraba en el lugar equivocado y no tenía la cuerda para resistir el ritmo de la serbia Sara Marjanovic.

Pero sonó la campana y la bella se convirtió en bestia. ¡Pum! ¡Punch! ¡Bam! ¡Pow!... Golpe va, golpe viene, arriba, abajo y... ¡Bum!... Marjanovic se fue a la lona. Un gancho de derecha la puso a morder el polvo. 'Todos los presentes se quedaron en shock', recuerda.

La europea se levantó y continuó el combate, pero el árbitro, al final de los cuatro asaltos pactados, le levantó el brazo a la mujer que le hace honor a la tierra en la que abrió sus ojos al mundo, Vista Hermosa (Meta).

Una oreja lastimada, una leve herida en la boca y no más. Las apariencias engañan. Ganó por decisión unánime. La ternura puede ser agresiva, el cordero resultó lobo. La que parece modelo, en realidad los es, además de cosmetóloga, pero desde hace casi cinco años cambió las pasarelas por el ring, las poses sensuales por la guardia en alto, el maquillaje por el sudor, el pintalabios por el protector bucal, las pulseras por los guantes. Por lo menos cuando se monta en el ensogado, Mónica deja su vanidad a un lado y saca su lado más fuerte y rudo. Eso sí, aclara, jamás pierde su feminidad.

'¡Cero! Soy muy femenina. Lo primero que me pregunta todo el mundo es: ¿Y tu nariz? ¿Y tu rostro? ¿Por qué te metiste en eso? Tú no pareces boxeadora. Yo me enamoré del boxeo porque es un deporte que exige demasiada resistencia y disciplina. ¿Y mi cara? Yo me cubro muy bien, trato de no bajar nunca la guardia y camino mucho el ring, es difícil que me puedan golpear', asegura Mónica, que antes, en muchas veladas, era la chica que desfilaba por el cuadrilátero en vestido de baño anunciando el número del round que continuaba en cada pleito pugilístico.

Su llegada al boxeo se dio de la mano con el nacimiento de su único hijo, Santiago Jesús Quintero Solano. A medida que su pequeño gateaba, balbuceaba y tomaba tetero, Mónica le pegaba a la pera, al saco de arena y se metía de lleno en el gimnasio. Lo que comenzó como una recomendación para bajar rápido de peso tras el embarazo, se convirtió en una pasión y un gran sueño.

'El entrenador de boxeo que me estaba guiando me dijo: yo te veo algo especial, deberías llevar esto al profesionalismo. Yo toda la vida había querido ser deportista profesional y entonces me sonó. Desde los 10 años practiqué baloncesto, atletismo, fútbol, voleibol y muchos otros deportes, me encanta el deporte, en el colegio me decían ‘Coldeportes’. Por eso dije sí, dale con el boxeo'.