Compartir:

Los cuentos de hadas sí existen, solo que muchas veces no ocurren en reinos lejanos y en lugar de varitas mágicas es el deporte el artífice de firmar los finales felices de aquellos personajes que sufrieron más de la cuenta, tal y como le pasó a Shirley Guerrero Narváez, payanesa a la que el judo la levantó del suelo de un mercado y la elevó al estatus de campeona nacional.

sus inicios. Había una vez, en el barrio San Rafael de la capital de Cauca, una niña que estaba llamada a superar incontables adversidades antes de consagrarse en el plano deportivo colombiano.

'Mi primera prueba en la vida fue tener que apartarme de mi mamá. Ella fue diagnosticada como paciente con esquizofrenia y mi papá debió criarnos por aparte', recordó Guerrero Narváez.

Fueron pasando los años y Shirley, al igual que sus tres hermanos (ahora son 5), debían acompañar a su papá durante las jornadas laborales en una plaza de mercado donde vendían frutas. 'Nos levantábamos todos los días a las 2 de la mañana para ir a la galería', precisó.

'Yo veía lo que pasaba como un juego, incluso el tener que dormir dentro de las canastas o en esteras sobre el suelo mientras mi papá trabajaba, porque éramos muy pequeños. Cuando fui creciendo las cosas cambiaron, entendía lo errado que era tener que ver a gente drogada, peleas con machetes e incluso soportar hombres que me veían mal (con morbo)', explicó Guerrero.

'Mi padre nos enseñó su oficio y a los 12 años yo tenía mi propia canasta, con la que vendía en las calles o en los buses; a los 15 ya tenía un lugar en la galería. Sin embargo, llegó el punto en el que debía decidir si quería seguir vendiendo o superarme', comentó Guerrero.

Shirley quería un mejor futuro y la vida premió sus sacrificios enviándole un hada madrina, tal vez no tan hada, pero sí muy madrina. 'Mi actual entrenador, Alejandro Solano, me llevó a practicar judo cuando apenas estaba en el colegio. Fueron días en los que trabajaba de madrugada, entrenaba en las mañanas, estudiaba por las tardes y volvía a practicar en las noches'.

Quizás la ‘Cenicienta’, en sus tiempos de sirvienta, tuvo días más tranquilos que los vividos por esta deportista caucana que en la actualidad disfruta de un final típico de un cuento de hadas.

*Por: Luis Miguel Arango.