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Con algunas diferencias en la escritura de su nombre, con respecto a la leyenda internacional del boxeo que partió de este mundo a las once de la noche del viernes, en un hospital Phoenix (Arizona), en EE.UU., el guía turístico y predicador Mohameth Ali Ortega Ruiz confiesa que alguna vez pensó que también se ganaría la vida y sería famoso con sus puños.

Ortega, nacido el 5 de agosto de 1977, en Maicao (La Guajira), fue bautizado con ese nombre por su padre, don Joaquín Ortega, quien soñaba con verlo ganar títulos sobre un ring de boxeo como su ídolo de juventud. Sin embargo, un episodio de la adolescencia le cambió los planes al muchacho vertiginoso que entrenaba para cumplirle el anhelo a su viejo.

En una de sus entrenamientos, cuando tenía 14 años, Ali Ortega vio cómo su compañero de prácticas le rompía la nariz de una certera trompada. Ese día decidió que el boxeo, definitivamente, no era lo suyo.

'Yo todo lo quería resolver a las trompadas. Nadie me podía decir nada porque de una me cuadraba para pelear. Pero, ese día que me partieron la nariz en un entrenamiento quedé bastante aburrido. Desde ese entonces dejé de practicar para ser boxeador, aunque el sueño de mi papá era que yo fuera como Muhammad Ali', comenta Ortega.

Aunque oriundo de tierras guajiras, desde la edad de 5 años Ortega vivió junto a su familia en Barranquilla, en el barrio Las Malvinas, ubicado en el sur de la capital del Atlántico.

En busca de oportunidades, según relata Ortega, desde hace 14 años decidió partir hacia Cartagena, y se quedó en el corregimiento turístico de La Boquilla.

Allí, en sus primeros años, se hizo muy popular porque vendía fritos y se dedicaba a otra clase de rebusques, hasta que vio en el turismo una oportunidad para sacar adelante a su familia.

En un corregimiento donde el mar y los servicios ofrecidos a los visitantes se convierten en el sustento de la mayoría de nativos, Ortega comenzó a evidenciar sus deseos por prepararse académicamente.

Obtuvo el título de administrador en servicios turísticos y posteriormente comenzó a ejercer el cargo de inspector ambiental, debido no solo a su preparación académica, sino también por su preocupación por el ecosistema. Inclusive, hace dos años, obtuvo un reconocimiento por innovación turística. Sin embargo, según confiesa, aún le hacía falta algo a su vida.

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Del medio ambiente y el turismo, a la prédica del evangelio

Hace cinco años, Ortega, padre de cinco hijos, estaba devastado porque uno de sus pequeños afrontaba serios problemas de salud motivados por una enfermedad denominada células falciformes.

Su hijo, que en ese entonces tenía 2 años, sufría de dificultades para caminar y su habla era muy escasa.

Con las esperanzas puestas en el Todopoderoso, según relata Ortega, decidió inclinar sus rodillas y pedir por la sanidad de su hijo. Asegura que su clamor fue escuchado y, a raíz de lo que considera un milagro, en la actualidad predica la palabra de Dios.

'Soy un evangelista por la voluntad de Dios y le llevo su mensaje a los jóvenes que sé que atraviesan por problemas como la drogadicción. También fui un muchacho y tuve que levantarme en medio de muchas dificultades. Sin embrago, creo que la mejor ayuda es la que nos brinda Dios', comenta Ortega.

Este fin de semana, fiel a su convicción de seguir llevando el mensaje de Dios, Ortega viajó hacia Barranquilla para dirigirse a muchos más jóvenes que deseen escucharlo.