David Barros pasó de ser uno de los jugadores jóvenes de Junior con más proyección a jefe de una peligrosa banda delincuencial. El volante, de carácter y buena técnica, hizo parte del principal equipo rojiblanco desde 1994 hasta 1996, tiempo en el que alcanzó a jugar varios partidos de Liga y Copa Libertadores. Su fugaz carrera terminó en 1998 con el DIM.
Dejó las canchas y se fue a la calle, colgó los guayos y empuñó las armas, cambió los goles por balas.
Ahora, en silla de ruedas y sin un ojo, producto de un atentado, Barros asegura que abandonó el mundo del hampa y entrega su testimonio con el objetivo de que los jóvenes no resignen sus sueños futbolísticos por la pesadilla criminal.
El diálogo se dio en el estadio Metropolitano Roberto Meléndez, durante una práctica del Junior actual, que es dirigido por dos de los que fueron sus compañeros en el conjunto tiburón de los 90, Alexis Mendoza y Víctor Danilo Pacheco.
P ¿En qué año se retiró?
R En 1998, cuando jugaba con el DIM. Debuté en Junior en 1994.
P Jugó poco…
R. Sí. Infortunadamente mi mente no tenía unos buenos pensamientos. Eso me ayudó a fracasar en el fútbol profesional, teniendo buenas condiciones. Me retiré a los 27 o 28 años.
P ¿Quién lo pone a debutar en Junior?
R Julio Comesaña y Dulio Miranda estaban en la dirección técnica. Me estrené en un partido contra Millonarios en Bogotá.
P ¿A cuál de los jugadores de la actualidad se parecía usted?
R. Más o menos como Celis. Pero él es más rápido y tiene mayor talento.
P ¿Cómo se produce su retiro?
R. En Junior, cuando sale 'El Chiqui' García, llega de nuevo el profe Comesaña. Entreno con el equipo y parecía que me iba a quedar, pero, de repente, el 'profe' me dice que ya no voy a continuar con Junior. Tomé la decisión de no jugar más fútbol. Duré quieto dos años. Después el 'profe' Víctor Luna me dijo que me necesitaba en el Medellín y estuvo dos o tres meses por allá hasta que tomé la decisión de no jugar más.
P ¿Y qué decide hacer cuando se retira del fútbol?
R. Desafortunadamente tomé la mala decisión de juntarme con muchachos que no tenían buenos pensamientos. Ahí me fui profundizando en cosas malas y a la postre, todo me salió mal.
P ¿En cuál barrio se crió?
R. Al lado del barrio de Teófilo Gutiérrez, entre La Luz y La Chinita, esos barrios están pegados. Son de alta peligrosidad.
P A partir del retiro, estando sin trabajo, con tanto tiempo libre y ocio, confiesa que terminó teniendo malas actuaciones…
R. Por ahí dicen que una mente desocupada es un taller de satanás y es verdad. El estar desocupado y el ocio me llevó a andar por aquí y por allá, veía muchachos con armas y eso. Tomé la mala decisión de andar con ellos y pasaron cosas desagradables para mí y los que me aman. Gracias a Dios que me está dando la oportunidad de estar aquí nuevamente.
P ¿Tuvo el infortunio de caer en las drogas?
R Sí. No fue tan profunda la drogadicción. Me profundicé bastante en la delincuencia, en los hurtos y otras cosas más.
P ¿Puso en riesgo su vida?
R. Pues sí. Desafortunadamente uno pone en peligro su vida, la de los familiares y la de otras personas. Dios me preservó la vida, aunque estoy en un estado de paraplejia, pero hay vida que es lo más importante. Estoy luchando para salir adelante y tratando de hacer las cosas como le agradan a Dios.
P ¿En aquel momento no encontró una voz que lo guiara, una mano amiga?
R. Desafortunadamente los que estaban alrededor mío eran personas que tenían la misma mente que yo, no me decían nada bueno, simplemente me festejaban las cosas que hacía. Estaba retirado de las personas que me podían aconsejar bien. Me escondí en esa vida donde no me podían encontrar. No hallaba consejos buenos, no escuchaba a mi padre, a mi madre y a mi esposa, ya mi mente se había nublado. Seguí adelante pensando que eso era bueno y casi que encuentro la muerte por ahí.
P ¿No se acercó a sus excompañeros de Junior para ver si le daban una mano?
R Sí. En aquellos momentos tuve comunicación con Víctor Danilo Pacheco. El hombre se entristeció mucho cuando se enteró con las cosas que yo hacía. Hablamos algunas veces, pero no sé, yo era el que me aislaba y perdimos comunicación.
P ¿Cuánto tiempo estuvo en la drogadicción y la delincuencia?
R. Unos cinco años. Caí preso en el 2001. Duré cuatro años en la cárcel. Salí. Ahí tuve un encuentro con Dios, salí con otra mente, otro corazón, con ganas de hacer las cosas bien. En el 2005 salí de la cárcel Modelo de Barranquilla. En 2009 nuevamente me aparté de las cosas buenas y comencé a hacer cosas malas.
P ¿Por qué fue a la cárcel?
R. Por hurto agravado y calificado.
P ¿Qué hizo exactamente?
R. Es una experiencia bastante triste. Tenía a mi hija, que hoy en día tiene 15 años, con un mes de nacida. Varios niños se habían muerto por la enfermedad que ella tenía, una broquitis, una infección en los pulmones. Yo me había quedado sin dinero, mi esposa salió con una receta y le dije que me esperara, que ya volvía. Me fui a pedirles ayuda a unos amigos que eran dueños de lo ajeno. Ellos me dijeron que iban a hacer un trabajito, a robar, y yo les dije que iba con ellos. Desafortunadamente fui y ese día todo salió mal, me capturaron a mí y mataron al compañero que iba conmigo en la moto.
P Ni dinero ni receta y terminó preso…
R. Pues sí, fue peor la cosa. Ya no solo tenía que buscar dinero para la receta de mi hija, también para el abogado y esas cosas.
P ¿Cómo le fue en la cárcel?
R Dicen algunos que la cárcel es la antesala del infierno. Es algo degradante. Veía personas que entraban en su sano juicio y al poco tiempo se los llevaban para el Cari porque se había vuelto locos. Otros se cortaban las venas ellos mismos porque no soportaban eso. Caí profundamente en las drogas porque pensaba que era la única manera de soportar todos esos años que me tocaba vivir ahí.
P ¿Y qué clase de drogas consumía en la cárcel?
R Parece mentira, pero en la cárcel se encuentra de todo. Allí empecé a consumir cocaína, marihuana y pepa, Rivotril. También Guandolo, que es un ron que hacen allá, y otro que llaman Chamberlain. Eso destruye el cuerpo completamente.
P ¿Y cómo hacía para conseguir eso? Imagino que necesitaba plata…
R. Llamaba a algunos amigos de la calle y ellos me mandaban. O mi esposa hacía rifas y me llevaba plata. Yo, con mentiras, la convencía. Decía que necesitaba para esto y para lo otro, pero en realidad era para la droga. Mi abuela me mandó un televisor y lo vendí, por las drogas.
P ¿Su esposa siempre ha estado ahí?
R. Gracias a Dios. Siempre estuvo ahí en mis cuatro años preso.
P ¿Cuántos años tiene de casado con su esposa?
R. Ya cumplimos 22 años de casados.
P ¿Cuántos hijos con ella?
R Cuatro. Uno de 20, una de 18, una de 15 y el menor que tiene 9 años.
P ¿Cómo ha sido su relación con ellos?
R. Gracias a Dios, el amor que tienen por mí es tan grande que han aguantado las cosas que les ha tocado vivir a causa de mis andanzas. Casi todas las noches nos reunimos y hablamos. Casi siempre les repito lo mismo, que me miren el estado en que me encuentro por no tratar de hacer las cosas al derecho, decentemente.
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Hay una pausa en el diálogo. Alexis Mendoza, DT rojiblanco, llega a saludar a Barros, quien fue su compañero de equipo a mediados de los 90. Se abrazan y charlan un rato antes de que se reanude la entrevista.
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P Aquella vez que salió a buscar el dinero para la fórmula médica de su hija era la primera vez que delinquía…
R No era la primera vez, yo ya estaba metido en eso. Era un grupito de amigos que estábamos en esos cuentos de delincuencia. Ya había participado en hurtos muchas veces. Caí en la cárcel. Cuando salí, como dije, estuve quieto, caminando con El Señor. Luego me descuidé bastante espiritualmente y volví a caer en la delincuencia de peor forma. Hice las cosas malas de antes y otras más horribles.
P ¿Qué lo hizo recaer?
R. Hombre, yo digo que quien está con Dios no tiene justificación para apartarse de Él y hacer algo malo. El que roba, lo hace porque quiere. Barranquilla es una ciudad que permite conseguirse la comida humildemente. No sé qué me pasó. Sentí que se me venían cosas difíciles, me empecé a meter en deudas y no podía suplirlas. Pensé que volviendo a eso podía conseguir dinero, salir de las deudas y lograr una vida mejor. Pero no, todo es una mentira porque lo que conseguí fue tragedia, enfermedad, tristeza, cárcel y mucho más.
P Una vez me lo encontré en el Elías Chegwin y estaba jugando fútbol de salón. ¿La delincuencia también lo apartó del deporte totalmente?
R Sí, claro. Yo sabía que en una cancha de fútbol mi vida podía correr peligro porque ya me estaba haciendo de bastantes enemigos. Lo que hice fue alejarme de las canchas y refugiarme más en esa oscuridad pensando que ahí nada ni nadie me iba a encontrar y a tocar. Dejé de jugar. No quería estar con los amigos que practicaban fútbol porque pensaba que si algún día iban a atentar contra mí, la iban a agarrar con ellos. Tomé le decisión de retirarme de todo eso.
P Hoy usted se encuentra en una silla de ruedas, ¿qué le pasó?
R Esto me pasó por pertenecer a un grupo de muchachos que andaban por ahí delinquiendo. Muchachos que si los contrataban para robar, robaban, si los contrataban para quitar vidas, quitaban vidas. Ahí me hice de algunos enemigos. El 14 de noviembre de 2010 me hicieron un atentado esos enemigos y quedé prácticamente muerto, estoy vivo por la misericordia de Dios.
P ¿Cuántos balazos recibió?
R. Recibí cinco impactos de bala, uno a la altura de la nariz, que me destruyó gran parte del rostro, ahí me hicieron una reconstrucción, lo tengo alojado a la altura del cuello. Recibí tres en la espalda, dos de ellos perforaron los pulmones, y uno en la mano.
P Sí, usted está vivo gracias a la voluntad de Dios…
R. Un amigo que practica la medicina miró el historial médico y me dijo que yo fui y vine, que no sabe por qué estoy vivo. Yo sí lo sé, le doy la gloria a Dios que me trajo de vuelta otra vez para decirle a los amigos que están comenzando en el fútbol que cuando empiecen a salir en las cámaras de los noticieros se les van a presentar muchos amigos, pero deben saber escoger las amistades y las cosas, que no se dejen engañar, que el ron y otras cosas son efímeras, que destruyen y dañan.
P Perdió un ojo…
R. Sí, por la bala en el rostro. Una bala de las que me entró por la espalda me afectó la columna, casi llegando al cuello, y no puedo caminar. Por un poquito más, según el médico, quedo cuadrapléjico porque ese impacto me afectó el 75% de la médula ósea.
P Cuando recibe el atentado, que tiene que ser recluido en la clínica, ¿cómo se las arregló?
R. Gracias a Dios tengo el Sisbén y me atendieron bien. Le doy la gloria a Dios en todo esto, se vio su mano. Los médicos dijeron que me daban cuatro días de vida, que al cuarto día me iban a desconectar, que no esperaran nada, solo que yo muriera. Viví y ahí se siguieron atendiendo un mes más en el Cari. Después un amigo que maneja medicamentos y tiene farmacia, se enteró que yo estaba ahí e hizo un convenio con el hospital para que me hicieran un tratamiento que el carné no me cubría. Dios fue tocando gente, todo resultó bien y aquí estoy.
P Me imagino que han matado a varios de sus compañeros de fechorías…
R Tristemente tengo que decir que solamente quedamos dos. El otro creo que todavía anda por ahí en esa vida. Éramos un grupo como de 15, diez están muertos y tres que están pagando como 30 años de prisión.
P Cuando sale de la clínica y reinicia su vida, dejó la delincuencia…
R. Sí. No me canso de darle la gloria a Dios, no sé qué hizo en mi corazón cuando volví en sí. Volví a concientizarme de todo lo que había pasado. Llegaron a proponerme trabajo desde ahí desde la casa, cosas malas, pero no sé, tomé la decisión de no hacerlo más, pintaba a Dios en mi rostro y en mis hijos, dije que no. Me mudé de ese lugar donde vivía para perder comunicación con eso, cambié de chip para desconectarme de todo. Aquí estoy, humildemente, pero gracias a Dios que mis hijos no están pasando hambre ni necesidades ni nada de eso. De pronto sí hay momentos de dificultad, pero estamos con vida, con ganas de salir adelante y hacer el bien.
P ¿Antes de sufrir el atentado usted le había hecho daño a alguien?
R. (Suspira)… Te digo con toda sinceridad y tristemente que sí, hice bastante daño en cuestión de derramamiento de sangre y todas esas cosas. Se cumplió lo que dice la Palabra de Dios, que quien a hierro mata, a hierro morirá, quien a espada mata, a espada morirá. Prácticamente a mí me ocurrió eso, yo estaba muerto, pero Dios me levantó para testificar a todas las personas, no solamente a los futbolistas. Por mucha dificultad que tengan, no se lancen a hacer lo malo, que de ahí no van a sacar nada bueno, solo cárcel, hospital o muerte.
P ¿Cuántas veces estuvo en la cárcel?
R. Estuve varias veces, como cuatro veces, pero salía a los 15 o 20 días hasta que caí y duré cuatro años.
P ¿Cómo hacía para salir rápido?
R. Quizá por el delito que era porte ilegal de armas o el abogado que se contrataba, que tenía sus conexiones con el juez o el fiscal. Ahí negociaban y lo sacaban a uno.
P ¿Por homicidio nunca lo llevaron a la cárcel?
R. Gracias a Dios no. Lo peor fue por hurto agravado calificado y porte ilegal de armas.
P ¿Cómo era su relación con su esposa y sus hijos cuando estaba en el laberinto de la droga y la delincuencia?
R. Yo trataba de disimular lo que más podía, el disfraz de malo me lo quitaba en la puerta y trataba de ser buen padre y amigo. Pero no dejaba de ser bastante inquietante. La comunicación con mi familia se tornaba pesada. Siempre estaba el nerviosismo, mi esposa empezaba a notar las cosas y a hacer preguntas: por qué te vienen a buscar esos muchachos, que por la calle se dice esto…
P ¿Cuando delinquía conseguía dinero para vivir bien?
R. Nooooo, eso es una mentira. Toda la plata que conseguía, así como me la daba el diablo, me la quitaba otra vez. Si robaba un millón de pesos, le daba 100 mil pesos a mi esposa y el resto me lo iba a tomar con los supuestos amigos. Yo era un miserable. Mi esposa y mis hijos no disfrutaron de eso.
P ¿Cuál fue la mayor cantidad que hurtó?
R Doce millones de pesos. A un muchacho que iba a ser una consignación, pero ahí aparece el que inicia el negocio, el que tira el dato, el que saca a uno en la moto, el que hace el trasbordo en el carro. Ahí le queda a uno prácticamente dos o tres millones de pesos.
P Eso le aguantaba cuatro días…
R. De pronto menos. Dejaba en la casa una cifra miserable y me iba para donde mis amigos, que me abrazaban por la platica que tenía en el bolsillo.