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En Brighton Beach, ese rincón del sur de Brooklyn donde el inglés se mezcla con el ruso y la vida parece suspendida entre el mar y los edificios de ladrillo, vive Dakota. Tiene 23 años, está sola, y trata de reconstruir algo parecido a un futuro luego de que su novio, Yuri, regresa a Ucrania para cuidar a su padre enfermo y luego desaparece en medio de la guerra. Poco después, Dakota descubre que está embarazada. Así empieza Tendaberry, la ópera prima de Haley Elizabeth Anderson, una directora que convierte su propio barrio en un personaje más, y su propia sensibilidad en una lente desde la que mirar el mundo con profundidad, dolor y belleza.

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“Vivo en el vecindario y quería crear una película sobre el sur de Brooklyn y los lugares que frecuento todo el tiempo”, cuenta Haley en entrevista con EL HERALDO sobre la cinta que ya está disponible en MUBI.

La película, que se estrenó en el Festival de Cine de Nueva York y ha recibido elogios por su sensibilidad visual, no busca ser un retrato turístico ni una denuncia social, sino algo más íntimo y emocional: un diario visual, un poema urbano.

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“Me encanta hablar del cambio y pensar sobre el cambio, y esta es definitivamente una historia sobre el cambio y aceptar el cambio”, afirma la cineasta. La elección de Coney Island como uno de los escenarios principales no es casual. Haley ve en ese paisaje icónico, con sus montañas rusas oxidadas y playas pobladas de recuerdos, una metáfora viva del corazón de su protagonista. “Coney Island es un lugar que se siente como si no cambiara, y aunque parezca que no cambia, en realidad se ha incendiado tres veces... De alguna manera refleja lo que está ocurriendo en la vida de Dakota. Pero sigue en pie. Así que, en un sentido muy general, aunque Coney Island ha pasado por cientos de años de transformación, sigue siendo ella misma y sigue en pie. Básicamente, ese es también el viaje de Dakota”.

Lo que más llama la atención de Tendaberry es su manera de mirar. Hay una voz en off que acompaña la historia como un susurro, pero sobre todo hay imágenes: detalles, texturas, fragmentos de vida capturados en una estética de medios mixtos.

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Haley confiesa que nunca fue su intención hacer una película poética, pero eso fue lo que terminó sucediendo.

“Me gusta hablar sin decir nada, así que me gusta que las imágenes hablen por sí solas”, explica. “Pienso mucho en cómo te hacen sentir las imágenes. Me gustan los detalles. Quería que hubiera mucha textura. Nuevamente, porque quería que la película reflejara las fotos que tengo en mi teléfono, que tomé por toda la ciudad durante unos diez años”.

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MUBI/Cortesía

Visualmente poderosa

La textura visual de Tendaberry es resultado de una mezcla de intención artística y necesidad práctica. Filmada en 16mm, Super 8 y DV, la película se apoya en la estética de lo casero, lo imperfecto, lo capturado al vuelo.

“Parte de eso nace de la necesidad, porque tal vez no tenemos suficiente película de 16mm. Así que usamos DV, usamos Super 8 y todos estos formatos menos costosos. Pero también creo que hay influencias subconscientes que provienen de películas o programas antiguos. Siempre vuelvo a cosas como Sesame Street clásico o Pee Wee Herman’s Playhouse. Hay un ritmo extraño que ocurre, estallidos breves de cosas. Es como alguien con un lapso de atención muy corto”.

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Más allá de la forma, Tendaberry es una historia profundamente humana. Dakota es una joven afrodominicana, un perfil que pocas veces ocupa el centro en el cine independiente estadounidense. Para Haley, eso era innegociable.

“Siempre es mi objetivo tener protagonistas que provienen de comunidades negras y latinas, porque amo películas como Rosetta, amo películas como Fish Tank, pero ese tipo de cine rara vez sigue a alguien de comunidades negras o latinas”, dice. “Creo que una de las primeras veces que me vi reflejada en una película fue con Sasha Lane en American Honey. Y pensé: este es exactamente el tipo de mundo que conozco”.

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La construcción del personaje de Dakota no fue producto de una invención total: está basada en una persona real, y buena parte de su historia es auténtica. “Todo lo que dice, excepto que nació en Harlem, es cierto. Su familia y gran parte de su infancia la vivió en República Dominicana. Y tanto su madre como su padre son una mezcla de dominicanos y haitianos”.

Haley insiste en que lo importante no es solo contar esas historias, sino hacerlo desde una mirada sincera y estética, sin caer en el didactismo o la victimización. “Quiero decir, claro, si Dakota hubiera sido otra persona, habría hecho lo mismo con ella. Pero Dakota era así, y todo eso era cierto. Y creo que es importante que la gente vea a estos personajes desde este tipo de lente, una lente de cine independiente o de autor. No se ve eso muy a menudo”.

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MUBI/CortesíaLa cineasta Haley Elizabeth Anderson.

En tiempo real

Uno de los giros más llamativos del filme es la decisión de Yuri de volver a Ucrania y la posterior inclusión de la guerra en la narrativa. Originalmente, eso no estaba en el guion. Fue una decisión forzada por la realidad. “Tuvimos que usar ese metraje. Y luego estalló la guerra después de que terminamos de filmar eso”, recuerda la directora.

La película, grabada en tiempo real y sin evadir los eventos globales como el COVID-19, tuvo que adaptarse al nuevo contexto. “Está ambientada en este vecindario donde hay una gran comunidad ucraniana. Así que se volvió imposible ignorarlo. Tuve que incluirlo. Fue una decisión muy difícil porque no quería hacer una pieza de ficción desde el punto de vista de alguien que, bueno, no soy ucraniana”.

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Pese a sus temores, Haley encontró una forma de narrar el conflicto sin apropiarse de él: desde la ausencia, desde el dolor de quien ama a alguien que está al otro lado del mundo. “Mientras vivía en mi vecindario y hablaba con conductores que intentaban sacar del país a estudiantes que conocían, pensé: tiene sentido abordarlo e incluirlo desde la mirada de una persona que tiene a alguien allá y que lo extraña”.

Tendaberry es una película profundamente viva, orgánica, que se transformó durante su propio proceso de creación. “Aprendí a aceptar el cambio, a adaptarme, a matar mis ideas queridas”, reflexiona Haley sobre el proceso de hacer su primer largometraje. “Es curioso, creo que la película da la sensación de que ‘más es más’, hay mucho en ella. Pero al final del día, es muy diferente a lo que originalmente planeé hacer. Así que tuve que renunciar a muchas cosas en el proceso”.

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A pesar del caos, o quizás gracias a él, Haley encontró una manera de filmar que le resulta natural. Le gusta el rodaje guerrilla, la mezcla de actores primerizos y experimentados, las locaciones reales, las emociones crudas. Pero también empieza a soñar con más control. “Me encantaría lograr escribir algo en papel y que eso sea exactamente lo que se vea en pantalla. Porque hay mucho recorte involucrado. Siempre lo hay”.

Lo que sí parece claro es que Haley Elizabeth Anderson tiene una voz propia. Una voz que no teme al cambio, que abraza la confusión, que encuentra poesía en los bordes de lo urbano. Con Tendaberry, no solo ha presentado una historia conmovedora sobre la maternidad, el abandono y la resiliencia. También ha abierto una ventana hacia un tipo de cine que no tiene miedo de mezclar lo feo con lo hermoso, lo real con lo imaginado, lo ordinario con lo extraordinario. Una película donde una chica camina sola por Coney Island… y el mundo entero cabe en ese paso.

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