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La décima no ha muerto, ni mucho menos. Respira con fuerza en las voces de quienes improvisan versos desde el alma, en las aulas donde niños y niñas aprenden a rimar sus emociones, en los festivales que han vuelto a encender tarimas con talento nuevo y veterano. En el centro de todo ese movimiento está la Asociación de Auténticos Decimeros de Colombia, ASOAUDECOL, una organización que ha asumido la misión de rescatar, fortalecer y proyectar este arte de la tradición oral que por años fue subestimado o relegado a los márgenes del folclor.

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“Lo que buscamos es alinearnos, proyectar el arte de la tradición oral y posesionarnos como un referente en el Caribe y Colombia”, explica Lisandro Polo, actual presidente de la Asociación, quien trabaja de la mano con Luis Santos (secretario) y Danny Zora (vicepresidente) para liderar la tercera junta directiva de esta organización. Según los estatutos de ASOAUDECOL, cada dos años se renuevan los cargos directivos para garantizar un dinamismo constante en sus procesos.

Uno de los logros recientes de la Asociación ha sido la recuperación de escenarios emblemáticos como el Festival de Campo de la Cruz, considerado la sede nacional de la décima. “Ese evento llevaba más de doce años sin realizarse con éxito y lo rescatamos”, recuerda Luis. Otro fue el Festival del Atlántico, que renació en 2023 gracias a la gestión de la Asociación dentro del marco del Boom Boom Fest. Aunque este año no se logró su realización, el objetivo es mantener viva la llama.

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Actualmente, la Asociación cuenta con 18 miembros activos, la mayoría procedentes de la región Caribe —Sucre, Bolívar, Córdoba—, pero también se han sumado representantes de ciudades como Bogotá y Medellín. “Uno pensaría que la décima solo vive en el Caribe, pero no. Nos sorprendió un cachaco que no cantaba, solo hablaba... ¡y lo hizo tan bien que llegó a la final! Fue la locura. Eso demuestra que lo que importa es el mensaje, no solo el canto”, cuenta Luis entre risas.

La décima como herramienta pedagógica

Más allá de los festivales y encuentros, ASOAUDECOL le ha apostado a un frente clave: la educación. “Nuestros antecesores no le dieron ese enfoque pedagógico, pero nosotros sí. Estamos yendo a las instituciones educativas, dictando talleres y sembrando ese gusto por la décima desde jóvenes”, señala Lisandro.

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Un ejemplo potente de esta línea es el programa “La décima en el aula”, creado por el maestro Ricardo Olea en Buenavista, Córdoba. Con una pedagogía clara, lleva a los estudiantes desde lo más básico hasta el dominio del improviso. De ahí surgió, por ejemplo, Leocantero, hoy uno de los decimeros más destacados de San Pelayo.

En Soledad, Atlántico, el proceso es liderado por Danny Zora, quien dirige La Tropilla Soledeña, un semillero abierto a todos. “Ya tenemos varios niños que han ganado concursos. Y lo más bello es que también hay niñas: cinco están ya interpretando décimas con soltura. La décima no tiene género, y eso es algo que queremos dejar claro”.

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Del lado de Bolívar, el profesor Alfredo Martelo promueve la décima desde su labor como docente en San Joaquín, involucrando a estudiantes y comunidad. Mientras que en San Jacinto, el reconocido Rafael Pérez García —fundador de la Fundación Migaita y Grammy Latino con los Gaiteros de San Jacinto— también impulsa procesos culturales que incluyen este arte.

Salvaguardar lo intangible

Uno de los grandes avances ha sido el reconocimiento de la décima como patrimonio inmaterial en municipios como Campo de la Cruz y Sabanalarga. Allí, la Asociación trabaja para institucionalizar los festivales, más allá de los gustos del alcalde de turno. “Queremos llevar al Consejo Municipal una iniciativa para que el Festival de Campo de la Cruz sea fijo cada año. No puede depender de quién esté en la administración. Si se institucionaliza, se garantiza su permanencia”, dice Lisandro.

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Otro frente en el que han avanzado es el diseño de un Plan Especial de Salvaguardia (PES), requisito para mantener vivo un bien cultural inmaterial con apoyo estatal. Con estas herramientas, buscan blindar el arte oral frente a la desidia o el olvido.

¿Se nace o se hace un decimero?

Esa eterna discusión también estuvo sobre la mesa durante la conversación. Para Danny Zora, Luis Santos y Lisandro Polo, la respuesta es clara: ambas cosas. “Uno puede tener el don, el gusanito de la rima, pero sin estudiar la estructura no se logra una décima perfecta”, afirma Luis. “Hay que saber qué es un verso octosílabo, cómo debe rimar... No es solo inspirarse”.

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Por eso insisten en que la práctica y el estudio son claves. Y lo dicen con la experiencia de haber formado a decenas de niños, jóvenes y adultos que hoy construyen décimas con disciplina. “El improviso también se entrena. Usted empieza armando activas, manejando estructuras. Y cuando menos piensa, está sacando décimas en vivo, en el momento”, asegura Danny.

Incluso han visto cómo jóvenes que escuchan reguetón encuentran en las décimas una conexión natural. “El Caribe tiene esa facilidad para la rima. A veces uno dice una grosería rimada sin querer. Solo hay que encauzar eso”, añade Lisandro entre carcajadas.

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