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La conclusión que queda, al final del homenaje al inolvidable Héctor Rojas Herazo, en el evento conmemorativo a propósito del centenario de su natalicio –realizado este fin de semana en Sincelejo bajo la organización de la Unión de Escritores de Sucre (UES)- es que el maestro fue ante todo un creador inacabable, en cuya fuente deben abrevar, obligatoriamente, las nuevas generaciones que buscan la trascendencia por medio de la palabra impresa y las artes.

Su vida estuvo marcada por la creación: en su obra plástica, en su obra literaria y la redacción de su obra periodística. Son tres filones fundamentales en los que brilló en todo su esplendor.

Cuando tenía 20 años, Rojas empezó su vida en el quehacer periodístico, el oficio más bello del mundo como lo calificó el Premio Nobel de Literatura Albert Camus: comenzó como los grandes del periodismo ‘regalando’ el trabajo, a manera de colaborador.

El maestro había nacido en Tolú, Sucre, el 12 de agosto de 1921. Murió el 11 de abril de 2002 en Bogotá, cuatro meses antes de cumplir 81 años.

Gracias a los textos de rigurosos investigadores como Alfonso Cárdenas Páez, elaborador del ensayo ‘Héctor Rojas Herazo: visión poética y conciencia autoral’, y de Olga Arbeláez, autora de ‘La narrativa de Héctor Rojas Herazo: una estética de lo grotesco’, además de los valiosos aportes de David Lara Ramos y Gustavo Tatis Guerra, por citar solo cuatro, sabemos que antes de construir su gran obra literaria materializada en sus poemarios Rostro en la soledad, Tránsito de Caín, Desde la luz preguntan por nosotros, Agresión de las formas contra el ángel y en sus novelas Respirando el verano y En noviembre llega el arzobispo, Rojas Herazo escribió en el periódico EL HERALDO, El Relator, de Cali, La Prensa y la Revista del Sábado. Además, fue compañero de oficio de Gabriel García Márquez como reportero y cronista en el diario El Universal de Cartagena de Indias hacia 1949.