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Primero fue el taller de grabado. La noche del 29 de mayo del 2010 las vigas de madera cedieron ante el peso de las tejas y en respuesta a los años sin mantenimiento de la edificación de casi un siglo. No hubo víctimas mortales ni de ningún tipo en aquel desplome, o a lo mejor sí, incontablemente: la comunidad estudiantil y de profesores que desde entonces sería testigo de la caída a pedazos de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico (UA).

Después de unos arreglos veloces y a corto plazo, y de que algunos estudiantes fueran trasladados a la sede Norte de la Universidad (vía a Puerto Colombia), el 17 de junio de 2017 se derrumbaron con un fuerte estrépito los salones y cubículos del pabellón de música. Posteriormente, el 2 de mayo de 2018 fue la caída del techo del salón Pedro Biava, otra vez con la fortuna de que no hubo personas en el accidente.

En la actualidad, hacer un recorrido por las aulas de Bellas Artes es dar un paseo a la intemperie: por precaución, los salones y talleres fueron destechados del todo y de ellos sólo quedan paredes descascaradas, vigas al borde del colapso definitivo, humedad, polvo, óxido, escombros, sillas amontonadas y cables sueltos. En medio de la ruina, aflora a veces la vegetación, a través de una ventana de madera corroída o sobre el suelo que una vez fuera el lugar de escritorios y pupitres.

Igual que esa vegetación que abraza la estructura en su olvido, por estos días algunos estudiantes y egresados de la Facultad, también unos pocos ciudadanos de a pie, se han instalado en las rejas de la entrada del edificio patrimonial ubicado en la calle 68 # 53-45, en el barrio El Prado.