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La alfarería de San Jacinto, Bolívar es considerada de la más antiguas de América.

Un arte o una técnica que data de más de 8.000 años entre los antiguos pobladores del Caribe cuando empezaron a experimentar con fuego y barro.

El doctor en Arqueología y director del museo Mapuka, Juan Guillermo Martín, explica que el desarrollo de esta cerámica temprana que se da por primera vez en el Caribe colombiano, tenía un gran grado de complejidad.

'Esta es una invención muy compleja que requiere el conocimiento del ambiente, saber cuáles son las arcillas indicadas para elaborar objetos, tener conocimiento sobre procesos de cocción, saber qué madera utilizar, cuáles son los tiempos de secado, etc', explica.

Martín dice que a partir de este desarrollo se modificaron algunas normas sociales, entre ellas la manera de consumir los alimentos. Un ejemplo con el que ilustra esta situación es con la preparación de comidas.

'La cerámica permite servir la comida, almacenarla y cambia las normas de consumo de los alimentos, y lo más importante es que nos permite plasmar información y transmitirla a quienes nos rodean'.

Con el tiempo, el desarrollo tecnológico de la alfarería incluyó el uso de otros materiales como la arena, las conchas molidas e incluso la cerámica triturada, haciendo los objetos de cerámica compactos e impermeables.

Martín también explica que utilizaban la fibra vegetal como desgrasante y se mezclaban pastos con la arcilla para evitar que al cocinarla, la cerámica se quebrará. 'Esto la hacía una cerámica ligera y porosa', detalla.

Muchas de las piezas eran figuras zoomorfas (con forma de animales) y representaban especies propias del bosque seco tropical. No se tienen datos de esta simbolización. No se sabe si se trata de animales a los que adoraban, consumían, los consideraban prohibidos o peligrosos, etc.

'Son comunes las representaciones de diversos animales propios de este territorio, como patos, iguanas, ranas, búhos, serpientes, guartinajas, armadillos y mamíferos como los felinos, el pecarí o zaino. Todos estos característicos del Bosque Seco Tropical, un frágil ecosistema, hoy tristemente en peligro de extinción'.

De lo que sí se tiene claridad es que estas representaciones permiten reconstruir un ecosistema del pasado.

Entre 1985 y 1991, el profesor Augusto Oyuela excavó 112 hornos. En las exploraciones se pudo detallar que muchos de estos eran reutilizados y fueron empleados por grupos nómadas que 'se asentaban temporalmente en las cercanías de los arroyos durante la estación seca para la cocción de la cerámica'.